MAHORA: Escúchame, así fue el 18 de julio...

Escúchame, así fue el 18 de julio
POR LUIS GÓMEZ

La mayoría recuerda aquel sábado 18 de julio de 1936 como un día de mucho calor. Un calor espantoso. Pasados muchos años, abuelas de Córdoba contaban a sus nietos para un trabajo del instituto que “la gente sabía que iba a empezar la guerra porque unos días antes corrían estrellas por el cielo”. La memoria de aquel fin de semana es imprecisa y hay una razón que lo explica: el inicio de la guerra, o el golpe, no acaeció para todos el mismo día, ni a la misma hora. Cuando testigos aún vivos echan la vista al pasado, 75 años atrás para ser exactos, sitúan el comienzo de la contienda el día en el que vieron algún muerto por la calle o llegaron noticias por sus padres de que algo grave estaba pasando en España. A casi todos, la noticia les llegó por los periódicos (previa censura) y, sobre todo, por la radio.

Alfredo Salas Viu (camisa de rayas azules), piloto republicano durante la guerra, abraza a José Luis Rodríguez Viñals, combatiente del bando nacional. Foto: Gorka Legarcegui

No fue el caso de Emilio Caballero, residente en París, que se encontró con la guerra de bruces: estaba trabajando en el campo cuando le vinieron a llamar porque unos guardias civiles se estaban llevando gente. Sucedió en Mahora, provincia de Albacete. Pudo ser entre el 19 y el 25 de julio, porque allí la sublevación duró una semana y terminó fracasando. La cuestión es que Emilio Caballero se encontró en un camión con una escopeta en la mano. No recuerda mucho más. Todo lo que había hecho hasta entonces era pintar la hoz y el martillo en algunas tapias del pueblo. Poco después estaba en Teruel defendiendo junto a varios compañeros un nido de ametralladora que no sabía manejar. Se salvaron dos. “Nos abrasaron”, dice. Fue un superviviente durante años: formó parte de una brigada mixta que actuó durante la guerra como fuerza de choque. Pasó a Francia. Luego fue enviado al campo de concentración de Gusen, vecino a Mauthausen, el campo en el que solo uno de cada nueve prisioneros salvó la vida. Y él superó todos esos obstáculos. Tiene 94 años y su mujer advierte que no se le haga hablar mucho porque ya se cansa.