Cuando los grillos cantan su monótona canción
nocturna, en un
coro invisible de
música peremne. Entre la maleza, ocultos, protegidos por la broza, los grillos rompen el silencio de la
noche, se adueñan del lugar, en una mágica fusión de paz y melodia.
La Luna, rebanada de melón, sujeta al
cielo, receptora de sueños y desdichas, de nostalgias y ausencias, de deseos y recuerdos, de amores y traiciones, de quimeras y penas.
Los grillos y la Luna, en una extraña conexión, en la noche de agosto,
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