Tres chopos. Tres gigantes. Autóctonos, en un clima extremo, frio, nieve, hielo y un Sol de fuego. Valientes. Desafiantes. ¡Resistiendo! Sin límite de altura, quieren llegar al cielo. Imperturbables con el paso del tiempo.
Los sembró mi abuelo. Los cuidó mi padre. Y yo los comtemplo.
Vigilan mi huerto. Vigilan La Vega. Sus copas divisan, caminos y sendas.
Si la acequia lleva el agua que riega. Si hay tráfico en la carretera.
No sólo son raices, troncos, ramas, hojas ni vulgar madera.
Son nobles hidalgos, mi pequeña herencia.
Si estoy en la montaña, los veo.
Si estoy en el llano, los veo. ¡Siempre están visibles mis tres caballeros!
Están en verano sus hojas tan verdes y como abanicos el viento las mueve.
Cobijan sus ramas los pequeños nidos y acunan sus hojas a los pajarillos.
Los sembró mi abuelo. Los cuidó mi padre. Y yo los comtemplo.
Vigilan mi huerto. Vigilan La Vega. Sus copas divisan, caminos y sendas.
Si la acequia lleva el agua que riega. Si hay tráfico en la carretera.
No sólo son raices, troncos, ramas, hojas ni vulgar madera.
Son nobles hidalgos, mi pequeña herencia.
Si estoy en la montaña, los veo.
Si estoy en el llano, los veo. ¡Siempre están visibles mis tres caballeros!
Están en verano sus hojas tan verdes y como abanicos el viento las mueve.
Cobijan sus ramas los pequeños nidos y acunan sus hojas a los pajarillos.