Por el centro del
Salobre pasa el
río del mismo nombre, que va hasta los topes de hermosísimas truchas para fotografiar. El Ojuelo, que bordea los 1.450 metros de La Atalaya, entrega sus
aguas al río Salobre y éste, a su vez, desemboca en el Guadalmena.
Toda esta fluvialidad es más que favorable para el desarrollo de una fértil vega que ofrece productos de primera. Sirve, además, para alimentar las masas arbóreas de este bellísimo
pueblo serrano, que ofrece
sombras muy amenas bajo las higueras con troncos vestidos de liana trepadora.
En los
montes del Salobre, que tuvo indistrias metalúrgicas subsudiarias de las
fábricas de
Riópar, descuella la
roca viva, en forma más o menos prismática, sobre las copas de encina.
Son reputados para la cura de numerosos males los baños de
Reolid, junto a la
carretera, pedanía que riega amorosamente el Angorilla.
Rutas por
la Sierra de
Alcaraz y del Segura.