- Soy consciente de que muchos ven de mí la caricatura. Pero es que con gente delante no me gusta llorar. Prefiero reírme en conversaciones muy locas. Y si son literarias, mejor. Aunque a la vez estoy muy bien solo. Tengo una seria tendencia a la melancolía. Puedo pasar meses sin ver a nadie. Y me tomo en serio el proverbio chino que recomienda no contarle los males a los amigos, que les divierta su puta madre.
Un 'foulard' como atigrado al cuello. La chupa de cuero donde brilla el alamar de la cremallera. Las patas finas. Los vaqueros. Los botines. 'Sortijita' de oro en un dedo. Un ducados complicando su humo en la mano contraria. Y el whisky en procesión por la garganta, con mucho hielo costalero. El whisky como única respuesta a la sed, con su sable de alcoholes dentro. Joaquín Sabina trae la voz apretada en la faringe, no ronca exactamente, sino con un timbre de cristalitos de tapia.
Alrededor zascandilea una nube de gente que le abullona el paso. Y Joaquín abre los brazos para el saludo como un banderillero al quiebro. Calza 60 tacos bien cumplidos. Una biografía de muy distintas procedencias. Mucha música, mucho verso, retales de tantas faldas, canciones nuevas para estrenar invierno. Ahora son exactamente 13, las que dan cuerpo a 'Vinagre y rosas', su último disco.
Alrededor zascandilea una nube de gente que le abullona el paso. Y Joaquín abre los brazos para el saludo como un banderillero al quiebro. Calza 60 tacos bien cumplidos. Una biografía de muy distintas procedencias. Mucha música, mucho verso, retales de tantas faldas, canciones nuevas para estrenar invierno. Ahora son exactamente 13, las que dan cuerpo a 'Vinagre y rosas', su último disco.