Güenos días, alamilleros de dentro y de fuera. Hoy, en lo referío al tiempo, más de lo mismo. Qué ruina, madre mía. En fin, Dios proveerá y no adelantemos acontecimientos que to pue pasal. Güeno, como ya sabéis, yo soy pastor de ovejas merinas, y ando la mayor parte del tiempo en los rastrojos y entre las encinas, apoyao el culo en mi garrote, que por cierto tiene un vicio mu güeno pa tal fin, y por eso tengo mucho tiempo pa recoldal otros momentos de mi vida, que eran mu duros pero mu bonitos, sobre to cuando arreábamos trashumando a la Sierra de la Demanda, echando muchas jornás por la Cañada Real, disfrutando mucho del campo, pero pasando muchas calamidades; menos mal que mi amo, el serrano, era un hombre mu güeno, cristiano viejo, un poco agarraejo, pero honrao. Bueno, que a mí me ha gustao mucho trashumar, y a lo que voy, que me gustan tanto las borregas y las sierras, que no deja de bullime en la cabeza este romance, que tos conocéis, y que aprendí de mu chico, oyéndolo recital continuamente a los pastores, así como si lo cantaran, y que seguro que el día que vaya a pasal a la otra orilla, voy a llevar el run run en el celebro del puñetero romance de La loba parda, pero es que es tan bonito, y hasta me parece que soy yo el pastol arreando a mis mastines leoneses detrás de la pobre loba. Güeno, que ahí os lo dejo, pa empezal bien el día, con alegría, eh… que la vida es mu bonita si se sabe lleval con alegría, agradeciendo lo que se tiene y no ansiando lo que no se tiene. Gúen día.
Estando yo en la mi choza
pintando la mi cayada,
las cabrillas altas iban
y la luna rebajada;
mal barruntan las ovejas,
no paran en la majada.
Vide venir siete lobos
por una oscura cañada.
Venían echando suertes
cuál entrará a la majada;
le tocó a una loba vieja,
patituerta, cana y parda,
que tenía los colmillos
como punta de navaja.
Dio tres vueltas al redil
y no pudo sacar nada;
a la otra vuelta que dio,
sacó la borrega blanca,
hija de la oveja churra,
nieta de la orejisana,
la que tenían mis amos
para el domingo de Pascua.
- ¡Aquí, mis siete cachorros,
aquí, perra trujillana,
aquí, perro el de los fierros,
a correr la loba parda!
Si me cobráis la borrega,
cenaréis leche y hogaza;
y si no me la cobráis,
cenaréis de mi cayada.
Los perros tras de la loba
las uñas se esmigajaban;
siete leguas la corrieron
por unas sierras muy agrias.
Al subir un cotarrito
la loba ya va cansada:
-Tomad, perros, la borrega,
sana y buena como estaba.
-No queremos la borrega
de tu boca alobadada,
que queremos tu pelleja
pa’ el pastor una zamarra;
el rabo para correas,
para atacarse las bragas;
de la cabeza un zurrón,
para meter las cucharas;
las tripas para vihuelas
para que bailen las damas.
Estando yo en la mi choza
pintando la mi cayada,
las cabrillas altas iban
y la luna rebajada;
mal barruntan las ovejas,
no paran en la majada.
Vide venir siete lobos
por una oscura cañada.
Venían echando suertes
cuál entrará a la majada;
le tocó a una loba vieja,
patituerta, cana y parda,
que tenía los colmillos
como punta de navaja.
Dio tres vueltas al redil
y no pudo sacar nada;
a la otra vuelta que dio,
sacó la borrega blanca,
hija de la oveja churra,
nieta de la orejisana,
la que tenían mis amos
para el domingo de Pascua.
- ¡Aquí, mis siete cachorros,
aquí, perra trujillana,
aquí, perro el de los fierros,
a correr la loba parda!
Si me cobráis la borrega,
cenaréis leche y hogaza;
y si no me la cobráis,
cenaréis de mi cayada.
Los perros tras de la loba
las uñas se esmigajaban;
siete leguas la corrieron
por unas sierras muy agrias.
Al subir un cotarrito
la loba ya va cansada:
-Tomad, perros, la borrega,
sana y buena como estaba.
-No queremos la borrega
de tu boca alobadada,
que queremos tu pelleja
pa’ el pastor una zamarra;
el rabo para correas,
para atacarse las bragas;
de la cabeza un zurrón,
para meter las cucharas;
las tripas para vihuelas
para que bailen las damas.