ALAMILLO: Queridos alamilleros de dentro y de fuera, y paisanos...

Queridos alamilleros de dentro y de fuera, y paisanos de la comarca de la milenaria ciudad de Almadén: me levantao temprano pa ime pronto al campo con las borregas, he asomao el jocico al corral pa calculal la temperatura exterior de forma empírica y natural, y, de pronto, m´an aparecío dos carámbanos colgando de las fosas trompales que parecía una morsa d´esas enormes que salen en los documentales de la segunda cadena. Madrecita… qué mal lo pasao hasta que s´an derretío las estalactitas… Luego, he pensao que menos mal que no m´a dao por hacer aguas menores en el desagüe del corral… vamos, vamos, no quiero ni imaginal cual hubiera sío el resultao.

Güeno, tengo que decile a mi amigo El Emigrao (desconocío, por cierto; eso sí que es curioso) que un servidol (hablo por mí, claro, no por nadien más), aunque sea pastor de borregas merinas, no siempre tiene to´l tiempo del mundo pa dedicalo a sus regustos, como es este de “navegal” por internet y comunícase con personas, de las que, por cierto, no vislumbro su identidad, ni tengo intención. Yo ya me siento amigo tuyo, Emigrao, aunque no vea tu cara, porque veo tu alma, y escibiré siempre que tenga algo que contal y tiempo para ello, no te preocupes; pero no dejes de escribil tú tamién, porque es clara tu sabiduría y útil pa quien quiera, o sepa, dale utilidad.

Güeno, que tengo que il ya preparando el cuerpo pa tiral pa la majá y estoy temblandito de pensalo. Ah… sí; aquí os dejo una hermosa poesía de mi gran maestro de la vida, y del arte de escribil: Don Antonio Machado Ruiz, hombre güeno donde los haya, escritor del alma y para el alma, y filósofo de la naturaleza, como dice el amigo Fructus (por cierto, os aconsejo sigáis su blog, porque este alamillero-bilbaíno-riojano sabe mucho, muestra ser muy sensible, y, además, escribe con sencillez, sin rebuscamientos…como los buenos escritores). Un abrazo, que disfrutéis la poesía y la repenséis…



LAS ENCINAS

¡Encinares castellanos
en laderas y altozanos,
serrijones y colinas
llenos de oscura maleza,
encinas, pardas encinas:
humildad y fortaleza!
Mientras que llenándoos va
el hacha de calvijares,
¿nadie cantaros sabrá,
encinares?

¿Qué tienes tú, negra encina
campesina,
con tus ramas sin color
en el campo sin verdor;
con tu tronco ceniciento
sin esbeltez ni altiveza,
con tu vigor sin tormento,
y tu humildad que es firmeza?
En tu copa ancha y redonda
nada brilla
ni tu verdioscura fronda
ni tu flor verdiamarilla.
Nada es lindo ni arrogante
en tu porte, ni guerrero,
nada fiero
que aderece su talante.
Brotas derecha o torcida
con esa humildad que cede
sólo a la ley de la vida,
que es vivir como se puede.

El campo mismo se hizo
árbol en ti, parda encina.
Ya bajo el sol que calcina,
ya contra el hielo invernizo,
el bochorno y la borrasca,
el agosto y el enero,
los copos de la nevasca,
los hilos del aguacero,
siempre firme, siempre igual,
impasible, casta y buena,
¡oh tú, robusta y serena,
eterna encina rural.

Antonio Machado
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Soy Juliana de Alamillo