Niño de Alcudia:
No sé si sabes que Antonio Machado tiEne en la estación de Almazán, de la línea de Ferrocarril Torralba-Soria un homenaje en la fachada, en un revestimiento de cerámica muy bonito.
Su amor al ferrocarril y a las duras tierras de Castilla, los plasmó en poemas como éste:
Resonante
jadeante,
marcha el tren. El campo vuela.
Enfrente de mí, un señor
sobre su manta dormido;
un fraile y un cazador
-el perro a sus pies tendido-.
Yo contemplo mi equipaje,
mi viejo saco de cuero;
y recuerdo otro viaje
hacia las tierras del Duero.
Otro viaje de ayer
por la tierra castellana,
¡Pinos del amanecer
entre Almazán y Quintana!
ANTONIO MACHADO
CARTUCHO.
No sé si sabes que Antonio Machado tiEne en la estación de Almazán, de la línea de Ferrocarril Torralba-Soria un homenaje en la fachada, en un revestimiento de cerámica muy bonito.
Su amor al ferrocarril y a las duras tierras de Castilla, los plasmó en poemas como éste:
Resonante
jadeante,
marcha el tren. El campo vuela.
Enfrente de mí, un señor
sobre su manta dormido;
un fraile y un cazador
-el perro a sus pies tendido-.
Yo contemplo mi equipaje,
mi viejo saco de cuero;
y recuerdo otro viaje
hacia las tierras del Duero.
Otro viaje de ayer
por la tierra castellana,
¡Pinos del amanecer
entre Almazán y Quintana!
ANTONIO MACHADO
CARTUCHO.
Pues no lo sabía, paisano Cartucho, aunque cuando trashumábamos con las ovejas a la Sierra de la Demanda, algunas veces las llevábamos en tren, y Almazán era una de las estaciones por la que pasábamos, pero desembarcábamos en Soria, por lo que nunca me fijé. Debo confesar, además, que la poesía que nos ofreces tampoco es de las que más he releído de Don Antonio, y es de una gran belleza, como todas.
Pero ya que hablamos de Don Antonio Machado, de viajes y de trenes (estoy seguro que para los vecinos de Almadenejos, la estación de ferrocarril y los trenes deben tener un especial significado) aquí te dejo esta otra, no menos conocida y bella:
El tren
Yo, para todo viaje
—siempre sobre la madera
de mi vagón de tercera—,
voy ligero de equipaje.
Si es de noche, porque no
acostumbro a dormir yo,
y de día, por mirar
los arbolitos pasar,
yo nunca duermo en el tren,
y, sin embargo, voy bien.
¡Este placer de alejarse!
Londres, Madrid, Ponferrada,
tan lindos... para marcharse.
Lo molesto es la llegada.
Luego, el tren, al caminar,
siempre nos hace soñar;
y casi, casi olvidamos
el jamelgo que montamos.
¡Oh, el pollino
que sabe bien el camino!
¿Dónde estamos?
¿Dónde todos nos bajamos?
¡Frente a mí va una monjita
tan bonita!
Tiene esa expresión serena
que a la pena
da una esperanza infinita.
Y yo pienso: Tú eres buena;
porque diste tus amores
a Jesús; porque no quieres
ser madre de pecadores.
Mas tú eres
maternal,
bendita entre las mujeres,
madrecita virginal.
Algo en tu rostro es divino
bajo tus cofias de lino.
Tus mejillas
—esas rosas amarillas—
fueron rosadas, y, luego,
ardió en tus entrañas fuego;
y hoy, esposa de la Cruz,
ya eres luz, y sólo luz...
¡Todas las mujeres bellas
fueran, como tú, doncellas
en un convento a encerrarse!...
¡Y la niña que yo quiero,
ay, preferirá casarse
con un mocito barbero!
El tren camina y camina,
y la máquina resuella,
y tose con tos ferina.
¡Vamos en una centella!
Antonio Machado
Y en su famoso autorretrato afirma:
Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.
Antonio Machado
Ah, por cierto, decirle a mi amigo el Emigrao que yo no sé cuál era la intención de Don Antonio cuando compuso el poema de Las Encinas, lo que es evidente es que tu interpretación es muy aguda y muestra tu sabiduría: ¡Ya quisiera yo parecerme a una de estas encinas castellanas…!
Pero ya que hablamos de Don Antonio Machado, de viajes y de trenes (estoy seguro que para los vecinos de Almadenejos, la estación de ferrocarril y los trenes deben tener un especial significado) aquí te dejo esta otra, no menos conocida y bella:
El tren
Yo, para todo viaje
—siempre sobre la madera
de mi vagón de tercera—,
voy ligero de equipaje.
Si es de noche, porque no
acostumbro a dormir yo,
y de día, por mirar
los arbolitos pasar,
yo nunca duermo en el tren,
y, sin embargo, voy bien.
¡Este placer de alejarse!
Londres, Madrid, Ponferrada,
tan lindos... para marcharse.
Lo molesto es la llegada.
Luego, el tren, al caminar,
siempre nos hace soñar;
y casi, casi olvidamos
el jamelgo que montamos.
¡Oh, el pollino
que sabe bien el camino!
¿Dónde estamos?
¿Dónde todos nos bajamos?
¡Frente a mí va una monjita
tan bonita!
Tiene esa expresión serena
que a la pena
da una esperanza infinita.
Y yo pienso: Tú eres buena;
porque diste tus amores
a Jesús; porque no quieres
ser madre de pecadores.
Mas tú eres
maternal,
bendita entre las mujeres,
madrecita virginal.
Algo en tu rostro es divino
bajo tus cofias de lino.
Tus mejillas
—esas rosas amarillas—
fueron rosadas, y, luego,
ardió en tus entrañas fuego;
y hoy, esposa de la Cruz,
ya eres luz, y sólo luz...
¡Todas las mujeres bellas
fueran, como tú, doncellas
en un convento a encerrarse!...
¡Y la niña que yo quiero,
ay, preferirá casarse
con un mocito barbero!
El tren camina y camina,
y la máquina resuella,
y tose con tos ferina.
¡Vamos en una centella!
Antonio Machado
Y en su famoso autorretrato afirma:
Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.
Antonio Machado
Ah, por cierto, decirle a mi amigo el Emigrao que yo no sé cuál era la intención de Don Antonio cuando compuso el poema de Las Encinas, lo que es evidente es que tu interpretación es muy aguda y muestra tu sabiduría: ¡Ya quisiera yo parecerme a una de estas encinas castellanas…!