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ALAMILLO: Gúenos, y esperemos húmedos y algo lluviosos, días,...

Gúenos, y esperemos húmedos y algo lluviosos, días, alamilleros de dentro y de fuera.

Tengo por costumbre levantame bien temprano, asomal el jocico al corral y miral al hermoso cielo matinal, venteal la humedad ambiental y soltal una aliviante chorrá caliente en el albañar –que así se llama, auque en Alamillo lo llamemos “albañal”-. Y hoy, paece barruntase cambio… aunque sea ligero… a vel si es verdá que cae un rieguecillo clemencial. Dios lo quiera.

Güeno, que´stao leyendo a mi amigo El Emigrao y, como siempre, respondes mu atinao en “casi” to lo que escribes; porque me´quedao algo sorprendió cuando afirmas que crees tengo “un negro” que redacta mis ideas. Hombre, eso es lo mesmo que si yo dijera que tú no eres el autor de la adaptación alamillera que hiciste de la copla de “El emigrante”, que, más bien, es creación de una de tus hijas, ésta que dices te orienta en el uso del ordenador. Obviamente, no lo creo asín, sino que eres tú, y sólo tú, quien la adaptó con gusto y gracia. Pero güeno, en tu caso la duda no ofende, sino que es alabanza, ya que tiene su origen en lo que consideras ¿sublimes escritos?, ¿impropios de un pastor...? Pues yo te recuerdo que cabrero autodidácta fue el monstruo de la poesía española moderna, Miguel Hernández, valiente y consecuente hasta el extremo, por otra parte; y que la Arcadia es ese lugar idílico del Peloponeso al que todos los poetas quieren marchar para pastorear ovejas a la vez que componen sus versos… Sí, amigo Emigrao, sí; porque es una Musa quien me hace a mí su “negro”; y no hay nada más.

Respecto a lo de “lavar cabezas…”, te diré que el pronto crucificado Jesús, del que procuro ser fiel seguidor, puso en sus labios, rodeado de gentes, esta parábola:

«El sembrador salió a sembrar. Y mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino, y vinieron las aves y la comieron. Parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra, y brotó pronto; pero salido el sol, se quemó, y porque no tenía raíz, se secó. Y parte cayó entre espinos, y los espinos crecieron, y la ahogaron. Pero parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno. El que tiene oídos para oír, oiga.

Güeno, Emigrao, que espero vengas al pueblo en Semana Santa, y que haya llovido ya, para que disfrutes el campo como te mereces, y puedas coger espárragos y cardillos para hacerte una güeña tortilla, con güevos de gallinas que escarban en la tierra, se revuelcan y se hartan de hierba y bichos… un abrazo.