Bueno, ya sabéis que los pastores somos muy religiosos. En la naturaleza y en los niños, Dios se muestra inequívoco. Nos es de extrañar que sea a nosotros a quien se nos aparece la madre de Dios, siempre en lugares naturales extraordinariamente bellos. Es por eso que este maravilloso día otoñal me he acordado de este pasaje del Evangelio de Juan:
“Había entre los fariseos un hombre llamado Nicodemo, magistrado judío muy reconocido y respetado por su pueblo. Nicodemo, aunque culto, formado y creyente, sabía que algo le faltaba y no entendía en su vida, así que fue donde estaba Jesús, de noche para no ser visto, por temor a perder el crédito que tenía entre el pueblo. Una vez con Jesús, Nicodemo le dijo: -Rabbí, sabemos que has venido de Dios como Maestro, porque nadie puede realizar las señales que tú realizas si Dios no está con él. Pero dime: ¿cómo se llega al Reino de los Cielos?»
Jesús le respondió: «En verdad, te digo: que él que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios.»
Nicodemo, confuso aunque no sorprendido porque era muy inteligente, volvió a preguntar: « ¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo? ¿Puede acaso entrar otra vez en el seno de su madre y nacer? ¿Cómo puede ser eso?»
Jesús le respondió: «Tú eres maestro en Israel y ¿no sabes estas cosas? Quien no naciere del agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de los cielos”
No soy yo quien reinterpreta este pasaje del Evangelio, son otros los que lo han dejado tan claro como Jesús: o dejamos de creer que somos las ideas que la civilización nos ha metido en la cabeza, o dejamos de identificarnos con los dogmas, o comenzamos a entender que somos otra cosa bien diferente que tiene el mismo origen y por tanto el otro es yo mismo y viceversa o sea mi hermano, o NOS VACIAMOS DE YO y LOS QUE PIENSAN COMO YO, o nos hacemos verdaderamente HUMILDES Y TOLERANTES, o VOLVEMOS A NACER Y SER PUROS COMO LOS NIÑOS INCONDICIONADOS… o no conoceremos el Reino del los Cielos, al que para entrar, en absoluto es necesario morir. Todo lo demás: cultos, exaltaciones, rezos, ofrendas, promesas… todo lo demás está de más. No lo digo yo, lo dijo Cristo.
“Había entre los fariseos un hombre llamado Nicodemo, magistrado judío muy reconocido y respetado por su pueblo. Nicodemo, aunque culto, formado y creyente, sabía que algo le faltaba y no entendía en su vida, así que fue donde estaba Jesús, de noche para no ser visto, por temor a perder el crédito que tenía entre el pueblo. Una vez con Jesús, Nicodemo le dijo: -Rabbí, sabemos que has venido de Dios como Maestro, porque nadie puede realizar las señales que tú realizas si Dios no está con él. Pero dime: ¿cómo se llega al Reino de los Cielos?»
Jesús le respondió: «En verdad, te digo: que él que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios.»
Nicodemo, confuso aunque no sorprendido porque era muy inteligente, volvió a preguntar: « ¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo? ¿Puede acaso entrar otra vez en el seno de su madre y nacer? ¿Cómo puede ser eso?»
Jesús le respondió: «Tú eres maestro en Israel y ¿no sabes estas cosas? Quien no naciere del agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de los cielos”
No soy yo quien reinterpreta este pasaje del Evangelio, son otros los que lo han dejado tan claro como Jesús: o dejamos de creer que somos las ideas que la civilización nos ha metido en la cabeza, o dejamos de identificarnos con los dogmas, o comenzamos a entender que somos otra cosa bien diferente que tiene el mismo origen y por tanto el otro es yo mismo y viceversa o sea mi hermano, o NOS VACIAMOS DE YO y LOS QUE PIENSAN COMO YO, o nos hacemos verdaderamente HUMILDES Y TOLERANTES, o VOLVEMOS A NACER Y SER PUROS COMO LOS NIÑOS INCONDICIONADOS… o no conoceremos el Reino del los Cielos, al que para entrar, en absoluto es necesario morir. Todo lo demás: cultos, exaltaciones, rezos, ofrendas, promesas… todo lo demás está de más. No lo digo yo, lo dijo Cristo.