Sí, ya renegrean las encinas entre el nacarado pastizal, al atardecer. Sí, ya las amarillas flores de la “matarrabia pulguera" exhalan su inconfundible fragancia veraniega, junto a poleos, al roce del cuero de las abarcas de pastor, cerca de los arroyos; en tanto, el cardillo, también florido, no pierde oportunidad de herir, quizá resentido por su próximo final en este vida. Sí, ya la abubilla y el cuco han abandonado su monótono “cucu cú” primaveral, cambiados por el tranquilizador arrullo de la tórtola entre los alcornoques y el inconfundible y melódico silbido matinal de la vistosa y esquiva oropéndola. Sí ya han caído las flores de la jara, que junto con los jaguarzos, estos sí en flor, destilan aromáticos aceites que embriagan el paso de las veredas serranas. Sí, ya los tábanos zumban amenazadores… Sí, ya “la calor” de la tarde provoca el resoplido… Sí, ya el pueblo blanquea a lo lejos, deslumbrante a luz de junio… Sí, ya están floridos los lirios en el patio, dispuestos para la ofrenda… Sí…