Lo público y los espacios públicos, o sea: lo que es de todos, es algo sagrado y que siempre, siempre, debe estar al servicio de TODOS. Esto es algo que los ultra-neoliberales católicos gobiernan actualmente España no entienden muy bien (o quizá sí) por eso, como ejemplo, y si se les permite, utilizan suelo público y dinero público para construir hospitales que luego pretenden sean gestionados como negocio privado, en perjuicio de los ciudadanos, claro, que han pagado el suelo y el edificio y ahora comprueban como se pretende hacer negocio con los tratamientos a sus enfermedades. Este es un caso grave y al que me voy a referir no lo es pero no deja de ser un ejemplo más de usurpación por unos pocos de lo que es de TODOS. Al grano: me he enterado de que en las moreras de la entrada al pueblo por la carretera de Almadén se pretende ubicar una figura de San Antonio, donada por un vecino temporal del pueblo. Pues lo mismo que dije que no estoy de acuerdo en que una calle de Alamillo lleve el nombre del recientemente fallecido profesor e intelectual de reconocido prestigio en ámbitos culturales y universitarios internacionales, amigo mío, porque en el pueblo no hay consenso en lo referido, y no lo hay porque éste era un reconocido militante comunista; pues de la misma manera, digo que no estoy de acuerdo en que en un espacio público, que es de todos, se nos haga comulgar con ruedas de molino católicas. Y a mí que no me vengan con lo de la “tradición” porque esta no es tal, sino una imposición de siglos y años ya pasados, de la que algunos son muy nostálgicos. Además, entiendo que en un momento crítico de un presente y futuro incierto, en el que los ciudadanos honestos estamos atónicos e indignados comprobando como no hay moralidad alguna en la gestión de los recursos de todos y la mentira y el latrocinio es el pan nuestro de cada día, es una beata frivolidad que un Ayuntamiento se dedique a perder el tiempo en estos asuntos.
Por mor de una sociedad más libre y más crítica con las inanes e impuestas tradiciones del pasado me atrevo a animaros a todos, alamilleros o no, a una profunda reflexión, en vuestro fuero interno, sobre sí de verdad creéis, pero de verdad, en la virgen y en los santos. Y diré más, si de verdad creéis que existió una figura como la de jesús hace dos mil años, con todo su oropel para fulgurar sobre un pueblo oprimido intelectualmente por los siglos del medievo y de la nobleza poderosa, y con toda su taumaturgia para ofender a cualquier razón libre que habite en nuestras huecas calaveras.
Por un ateísmo responsable, que no se siente tranquilo por haberse zafado de las patrañas ruedamolineras que han sido el trágala que han impuesto siempre los ricos: "sufre ahora y no te quejes porque tu pesar aquí será la llave que te abra el cielo eterno, déjanos a nosotros que nos solacemos y gocemos en este valle de lágrimas, que si no pasáremos por el ojo de la aguja -como si lo hizo el camello- bien ganado lo tendremos". Cuánto cinismo. Por un ateísmo, digo, que busca también convencer a sus congéneres de que más vale vivir en la angustia del no saber pero libres, que no vivir seguros de fe aun engañados hasta las trancas. Sólo piensen que este Dios del catolicismo permite entre otras muchos desmanes que niños recién nacidos sufran por ejemplo un cáncer que se los lleve entre dolores insufribles, aquí y en Papúa. La inexcrutabilidad de sus caminos es buena respuesta, jaja. Mi voto para una estatua de San Apapucio bendito a la entrada de todos los pueblos de España donde en su basa, los naturales y visitantes, individuos libres y conscientes, pudiéramos dejarle un justo recado para honrar como se merece a la patrañería, a la tradición que trafica con el desconocimiento y el abuso de los pueblos. De todas formas mi padre lo viene haciendo desde que lo conozco toda vez que se enoja, y que yo sepa todavía no ha sido fulminado por un rayo ni de Vulcano ni de Santa Bárbara.
Por un ateísmo responsable, que no se siente tranquilo por haberse zafado de las patrañas ruedamolineras que han sido el trágala que han impuesto siempre los ricos: "sufre ahora y no te quejes porque tu pesar aquí será la llave que te abra el cielo eterno, déjanos a nosotros que nos solacemos y gocemos en este valle de lágrimas, que si no pasáremos por el ojo de la aguja -como si lo hizo el camello- bien ganado lo tendremos". Cuánto cinismo. Por un ateísmo, digo, que busca también convencer a sus congéneres de que más vale vivir en la angustia del no saber pero libres, que no vivir seguros de fe aun engañados hasta las trancas. Sólo piensen que este Dios del catolicismo permite entre otras muchos desmanes que niños recién nacidos sufran por ejemplo un cáncer que se los lleve entre dolores insufribles, aquí y en Papúa. La inexcrutabilidad de sus caminos es buena respuesta, jaja. Mi voto para una estatua de San Apapucio bendito a la entrada de todos los pueblos de España donde en su basa, los naturales y visitantes, individuos libres y conscientes, pudiéramos dejarle un justo recado para honrar como se merece a la patrañería, a la tradición que trafica con el desconocimiento y el abuso de los pueblos. De todas formas mi padre lo viene haciendo desde que lo conozco toda vez que se enoja, y que yo sepa todavía no ha sido fulminado por un rayo ni de Vulcano ni de Santa Bárbara.