ALDEA DEL REY: ¡Qué equivocación la mía cuando pensaba que podría...

¡Qué equivocación la mía cuando pensaba que podría pres-cindir de tu presencia! Viste mis ojos cuajados de lágrimas, y con tu voz serena me dijiste:
–Mi paso por tu vida se asemeja al de una estrella fugaz que atraviesa el cielo en una cálida noche de verano. No haces bien en quererme tanto. Pero no temas: tu sufrimiento acabará pronto, pues es muy fácil de arrancar la planta que no echa raíces hondas en el seno de la tierra.
Me resistía a creerte, pero no te faltaba razón. Te marchaste de mi cielo, y ninguna otra estrella fugaz que lo cruzó era como tú. He hallado en las estrellas perennes lo que pensaba que sólo podría hallar en ti. Ya no te necesito para seguir viviendo.
Sin embargo, no dejo de apreciar la singular belleza de las estrellas fugaces en el cielo despejado de una noche de verano. Y es por eso por lo que no he dejado de recordarte.
El jardinero de las nubes.
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