Astro del verano, acabo de bajar la basura y te he visto brillar en el cielo zarco que precede a estas melosas noches de julio. Sabes que nunca han sido de mi predilección estas jornadas caniculares, pero he pensado que en estas noches el cielo se vuelve azul de terciopelo.
Cierro mis ojos y creo ver el cedro que hay orilla del bar de Quina. Creo escuchar los chorros que se escapan por la boca de los leones de la fuente de la Plaza. La esfera del reloj del ayuntamiento toda iluminada, atrayendo la atención sobre sus dígitos romanos. Los veladores repletos de las gentes que yo más quiero, y los "miserables" con posaderas de niños, abuelos y comedores de pipas.
Pueden irme pidiendo una cerveza con huevo. Y miren las mismas constelaciones que ahora yo estoy contemplando.
Estrella del verano, brilla sobre la faz del lago y tráeme la presencia de mi Aldea. Aunque yo sea un fantasma entre ellos, deja que alimente mi corazón con su vista. Déjame ver a los niños que yo no he conocido, y ábreme de nuevo el kiosco de la Aurora, y déjame comprar un flash de diez de limón.
Estrella del verano, ¿cómo puede ser que haya aprendido a amar los días de lluvia? Y es cierto, ahora no me verán. Pero cuando la lluvia cae hay una silueta que cruza los arcos de la Plaza y se esconde junto al cedro frontero al bar de Quina.
Pídanme rápidamente una cerveza con huevo (a ser posible “Calatrava”).
El jardinero de las nubes.
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Cierro mis ojos y creo ver el cedro que hay orilla del bar de Quina. Creo escuchar los chorros que se escapan por la boca de los leones de la fuente de la Plaza. La esfera del reloj del ayuntamiento toda iluminada, atrayendo la atención sobre sus dígitos romanos. Los veladores repletos de las gentes que yo más quiero, y los "miserables" con posaderas de niños, abuelos y comedores de pipas.
Pueden irme pidiendo una cerveza con huevo. Y miren las mismas constelaciones que ahora yo estoy contemplando.
Estrella del verano, brilla sobre la faz del lago y tráeme la presencia de mi Aldea. Aunque yo sea un fantasma entre ellos, deja que alimente mi corazón con su vista. Déjame ver a los niños que yo no he conocido, y ábreme de nuevo el kiosco de la Aurora, y déjame comprar un flash de diez de limón.
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