Se le veía siempre sentado al fresco de la Plaza en el verano. Se subía a la azotea de su casa a ver el Prendimiento cada Semana Santa. Sabía lo que era tener las manos sucias de grasa de motor. Iba con jersey los días soleados del invierno. Y era fácil saber cuál era el color de sus dientes, pues siempre tenía una sonrisa, una palabra amable, para todo el que pasaba por su vera.
La rueda del tiempo no cesa de girar, y llegó el momento en que se tuvo que marchar, de acuerdo a lo establecido en el libro de su destino.
Uno no puede por menos de pensar por qué tan pronto. Acaso Dios quiere a los ángeles en sus proximidades, y él lo era ciertamente. Sea como fuera, el tiempo de él fue valioso para todos los que le querían y habremos de acostumbrarnos a ver vacía su silla del fresco en el verano.
Cuando fumaba parecía hacerlo de manera furtiva, no queriendo que nadie le descubriera en tan insalubre disposición. Amaba a su familia con ese poder que el agua tiene para abrir brechas en las rocas. Sus nietos eran como las niñas de sus ojos. Y estaba orgulloso de sus hijos, los propios y los políticos. El cielo reparte consuelo para todos ellos, y con ellos están las oraciones de este solitario.
Dios lo tiene consigo, y no dejará que desaparezca el legado de su alma grande.
Hay recuerdos que el viento se lleva consigo, pero nada hará que el querido Bautista caiga en el olvido.
El jardinero de las nubes.
La rueda del tiempo no cesa de girar, y llegó el momento en que se tuvo que marchar, de acuerdo a lo establecido en el libro de su destino.
Uno no puede por menos de pensar por qué tan pronto. Acaso Dios quiere a los ángeles en sus proximidades, y él lo era ciertamente. Sea como fuera, el tiempo de él fue valioso para todos los que le querían y habremos de acostumbrarnos a ver vacía su silla del fresco en el verano.
Cuando fumaba parecía hacerlo de manera furtiva, no queriendo que nadie le descubriera en tan insalubre disposición. Amaba a su familia con ese poder que el agua tiene para abrir brechas en las rocas. Sus nietos eran como las niñas de sus ojos. Y estaba orgulloso de sus hijos, los propios y los políticos. El cielo reparte consuelo para todos ellos, y con ellos están las oraciones de este solitario.
Dios lo tiene consigo, y no dejará que desaparezca el legado de su alma grande.
Hay recuerdos que el viento se lleva consigo, pero nada hará que el querido Bautista caiga en el olvido.
El jardinero de las nubes.