Cueva del aguacil. Paisaje para delicia de los pintores locales. Cuando era pequeño, yo hacía pinitos de alpinista por sus melladas pendientes de roca caliza.
Ahora me daría casi miedo acercarme por allí, a causa de las serpientes. Recuerdo algunos susurros extraños entre las rocas y misteriosos movientos de yerbas y matorrales. E incluso alguna vez he llegado a verle el rabo a alguno de esos hijos de Set. Tened cuidado, hace unos años leí el libro "El medio natural en los montes de Ciudad Real y el Campo de Calatrava" de José Luis García Rayego y quedé impresionado por una información de gran peso científico, por lo que a estadística se refiere: al parecer el entorno de la Cueva es el lugar de la provincia donde más abunda la víbora hocicuda (vipera latasti). Entonces encontré la explicación a esos sonidos tenebrosos de mis excursiones a ese lugar, y de esos movimientos furtivos entre las hendiduras de las rocas. Sé que a un perro lo picaron cierta tarde, y a la noche estaba hinchado como una bota.
Allí he rezado mucho y he abrazado los vientos, pero ahora sólo volvería con buenas botas y un bastón rematado en punta de horquilla. Tened cuidado los que vayáis allí. El entorno es muy idílico, pero está un poco retirado y de difícil acceso.
Mucho cuidado, de verdad, sobre todo a los niños y adolescentes que se pueden emocionar por ir a visitar una cueva.
El jardinero de las nubes.
Ahora me daría casi miedo acercarme por allí, a causa de las serpientes. Recuerdo algunos susurros extraños entre las rocas y misteriosos movientos de yerbas y matorrales. E incluso alguna vez he llegado a verle el rabo a alguno de esos hijos de Set. Tened cuidado, hace unos años leí el libro "El medio natural en los montes de Ciudad Real y el Campo de Calatrava" de José Luis García Rayego y quedé impresionado por una información de gran peso científico, por lo que a estadística se refiere: al parecer el entorno de la Cueva es el lugar de la provincia donde más abunda la víbora hocicuda (vipera latasti). Entonces encontré la explicación a esos sonidos tenebrosos de mis excursiones a ese lugar, y de esos movimientos furtivos entre las hendiduras de las rocas. Sé que a un perro lo picaron cierta tarde, y a la noche estaba hinchado como una bota.
Allí he rezado mucho y he abrazado los vientos, pero ahora sólo volvería con buenas botas y un bastón rematado en punta de horquilla. Tened cuidado los que vayáis allí. El entorno es muy idílico, pero está un poco retirado y de difícil acceso.
Mucho cuidado, de verdad, sobre todo a los niños y adolescentes que se pueden emocionar por ir a visitar una cueva.
El jardinero de las nubes.