He sentido el dolor de vuestras heridas, queridos árboles de Aldea. He oído vuestros estertores. He sentido vuestras lágrimas de savia al contacto de la sierra eléctrica que ha arrebatado la sombra y el aire fresco de nuestros verdes años.
En Aldea prefieren los horrorosos y turísticos carteles rojos, anunciando la venta de Judas, antes que el esplendor de vuestras ramas, repartiendo en silencio y con amor el fluido de la vida, el gas oxígeno que tan generosamente procesabais a cambio de nuestro indigno dióxido de carbono.
Estabais enfermos, bien es cierto. Han considerado más barato cortaros por entero antes que gastarse el dinero en un tratamiento que os retornara la salud. Ya habrá otros medios más placenteros de gastarse el dinero de nuestros impuestos. Dicen que plantaran nuevos árboles, pero pasaran más de 45 años antes de que se aproximen a vuestra sombra. He aquí otro ejemplo de que lo viejo y enfermo sólo sirve para la muerte, triste axioma. "Si esto han hecho con el leño verde, ¿qué no harán con el seco?" (Lc 23, 31).
Aquellos que habéis ordenado éste para mí crimen contra un árbol amado, contra una vida que pertenecía al pueblo entero (a los niños que nos sucedan), me habéis defraudado. El período de beneficio de la duda ha terminado. Ya sé qué puedo esperar de vosotros. Quienes destruyen inútilmente las creaciones de la Naturaleza, no cuentan con el apoyo del jardinero de las nubes (siempre con minúsculas).
Primero los árboles de la “picina”, ahora éstos. Lamento profundamente la ausencia de las ramas y las hojas que nunca más serán y que no nos pertenecían. Con razón los indios quechua decían: "La tierra no es una herencia de nuestros padres, sino un préstamo de nuestros hijos".
El jardinero de las nubes.
En Aldea prefieren los horrorosos y turísticos carteles rojos, anunciando la venta de Judas, antes que el esplendor de vuestras ramas, repartiendo en silencio y con amor el fluido de la vida, el gas oxígeno que tan generosamente procesabais a cambio de nuestro indigno dióxido de carbono.
Estabais enfermos, bien es cierto. Han considerado más barato cortaros por entero antes que gastarse el dinero en un tratamiento que os retornara la salud. Ya habrá otros medios más placenteros de gastarse el dinero de nuestros impuestos. Dicen que plantaran nuevos árboles, pero pasaran más de 45 años antes de que se aproximen a vuestra sombra. He aquí otro ejemplo de que lo viejo y enfermo sólo sirve para la muerte, triste axioma. "Si esto han hecho con el leño verde, ¿qué no harán con el seco?" (Lc 23, 31).
Aquellos que habéis ordenado éste para mí crimen contra un árbol amado, contra una vida que pertenecía al pueblo entero (a los niños que nos sucedan), me habéis defraudado. El período de beneficio de la duda ha terminado. Ya sé qué puedo esperar de vosotros. Quienes destruyen inútilmente las creaciones de la Naturaleza, no cuentan con el apoyo del jardinero de las nubes (siempre con minúsculas).
Primero los árboles de la “picina”, ahora éstos. Lamento profundamente la ausencia de las ramas y las hojas que nunca más serán y que no nos pertenecían. Con razón los indios quechua decían: "La tierra no es una herencia de nuestros padres, sino un préstamo de nuestros hijos".
El jardinero de las nubes.