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ALDEA DEL REY: La grandeza del Cristianismo radica en su singularidad...

La grandeza del Cristianismo radica en su singularidad y en su radicalidad. Esta frase ya la dio a entender un exegeta judío, el doctor Joseph Klausner, un experto en filosofía y en lenguas semíticas, en su libro <Jesús de Nazaret>. Él consideraba un <enigma complejo la originalidad de la ética de Jesús>. Y continuaba: <es bien sabido que para el pueblo judío Jesús nunca fue considerado como Mesías>. Ya lo dijo San Pablo, <Cristo es un escándalo para los judíos y una locura para los paganos>. Quien conozca un poco el judaísmo y el pensamiento helénico, puede entender fácilmente dicha frase. Ahí, como digo, radica la singularidad (= hecho único e irrepetible) y la radicalidad (= ética hasta las últimas consecuencias) del mensaje de Jesús, el Cristo. ¿Cómo desde las dos posiciones anteriores podría entenderse, entre otras razones, que Jesús dijese que Él era el camino, la verdad y la vida?. Una locura, un sin sentido, una necedad, cuanto menos, sin olvidar el rencor y el odio, es querer quitar el Crucifijo, la imagen de Cristo crucificado, de los lugares públicos. Pronto volveremos a conmemorar, los cristianos, el nacimiento de aquel hombre-Dios. Sí, hombre-Dios. Verdadero hombre y verdadero Dios.
Ya desde Platón, pasando por Descartes, ambos desde una perspectiva dualista, hasta la actual psicología y medicina, donde se confirma que el cuerpo humano es precondición y mediación de los fenómenos psíquicos; el ser humano está compuesto de cuerpo y alma. San Juan de la Cruz incluso hablaba de espíritu. Nuestro destino trascendente es el de Jesús, si seguimos su doctrina. Sin olvidar, y Él era consciente de ello, que somos limitados, imperfectos y débiles. No vino a salvar a los sanos, sino a los enfermos, a los pecadores, a los débiles, a los abandonados, a los perseguidos y despreciados, a los desheredados..., y también a los demás que siguieran su ejemplo. Jesús, culmen de la Revelación, da autenticidad histórica y significatividad (= sentido y significado) a la vida y a la existencia humanas. Jesús subjetivamente tenía un conocimiento intuitivo de que era Dios, aunque objetivamente como hombre tenía que ir aumentando concretamente ese conocimiento. Él sabía implícitamente quién era.
La lectura reposada, sin prisas, meditando y reflexionando la Biblia (AT y NT), nos permite descubrir como un hilo conductor que atraviesa invisiblemente a la vista, pero visible al corazón, a la intuición, a la <finesse> que diría Pascal, y a través del cual, libre de prejuicios, podemos comprobar que sí, que Jesús de Nazaret es el Mesías, nuestro Salvador. No existe ninguna religión, ni mistérica ni iluminada, budismo, hinduismo, islamismo, etc., que proporcione al ser humano un destino de liberación, de felicidad y de libertad como lo hace el Cristianismo. Nosotros, los seres humanos, con <inteligencia sintiente>, que diría Zubiri, con nuestras alegrías y nuestras penas, podríamos tener un destino similar a una roca, un vegetal o un animal irracional. Ese destino, Jesuscristo, Camino, Verdad y Vida, con plena y absoluta confianza en su Padre, Dios, al que llamaba <Abba> (= papá, papaíto), según J. Jeremias, es el que nos espera siguiendo a Jesús de Nazaret. Y es que Jesús, y ahí están los Evangelios para comprobarlo, subyuga, apasiona y enamora. El misterio del hombre, que ni es una roca, ni una planta ni un gato, sólo tiene significatividad en Jesucristo, que revela dicho misterio. Por favor, dejemos los crucifijos donde están. Ése es nuestro Salvador.