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ALDEA DEL REY: Todos estamos llamados a trabajar en la Viña del Señor...

Todos estamos llamados a trabajar en la Viña del Señor (7ªp).

Estimados amigos; amigos todos, pues la amistad la enfoco desde la perspectiva cristina (todos somos iguales ante Dios), no bajo el enfoque judío (donde los amigos sólo se consideraban a los iguales, según la Ley).

Debemos volver al pasaje evangélico de Jn 14, 6; donde Jesús responde a Tomas: <Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí>.

Jesús es el único camino para acceder al Padre. Es decir, por el Hijo al Padre.

Ello supone que la fe cristiana posee raíces históricas. Jesús de Nazaret es un personaje con unas coordenadas espacio-temporales concretas: <Galilea, 6/5 a. C. – 30 d. C.). Y Jesús posee unos rasgos que producen estupor: su mensaje es único, el reino de Dios; realizó hechos de poder, milagros; es el culmen de la Revelación de Dios en la historia humana; es Mediador entre el hombre y Dios; y su singularidad va acompañada de la unicidad, no es repetible, y la universalidad, es cósmico.

Ante estas categorías jesuológico-cristológicas la razón humana tiene que tener seguridad a la hora de optar por su mensaje y doctrina. Es decir, la fe cristiana tiene y debe de tener solidez histórica. Tener fe en Jesucristo es confiar en Él, fiarse de Él.

Decíamos que el movimiento de Jesús se inició sobre el 27/28 d. C., constituyéndose la Comunidad Pre-pascual, siendo su base más esencial (Jesús + Apóstoles). Tras los acontecimientos dramático-trágicos de Pascua, 30 d. C., donde Jesús fue crucificado (muerto) y sepultado; aquella Comunidad Pre-pascual se dio a la fuga, retornando la mayoría de ellos, quizá todos los Apóstoles, a sus orígenes y faenas, en Galilea. Todo quedó en agua de borrajas. El proyecto de Jesús había fracasado con su muerte. Los Apóstoles hundidos, temerosos, escondidos. Quedaron atónitos, no entendían nada. ¿Habían sido engañados por El Maestro?.

¿Cómo era posible todo esto?.

Ellos, los Apóstoles, habían vivido con Jesús, fueron testigos de sus milagros, de su poder, de su sabiduría, de cómo llamaba a Dios, su Padre, Abba (= papá, papaíto), de las promesas del reino, les había prometido la felicidad, Pedro le había negado tres veces...

Y sucedió algo fuera de lo común, lo que Jesús en vida terrena les había prometido, que resucitaría. Pero, ¿cómo hubiéramos reaccionado nosotros en semejante situación?. Con total seguridad de forma similar a como los hicieron los Apóstoles... cada cual a salvar el pellejo. ¡Jesús resucitó!. ¡Jesús se les apareció, la tumba estaba vacía!. Nuevamente volvieron a quedar atónitos. Algo extraordinario, impactante, super-maravilloso, estremecedor... les invadió. Del temor pasaron a la efusión, perdieron el miedo, de ellos se apoderó la ilusión sin medida, y jugándose el tipo, lo cual ya no les importaba, comenzaron a proclamar que Jesús había resucitado.

Ahora, amigos, estamos en la Comunidad Post-pascual, donde la inteligencia de los Apóstoles se ilumina, comprendían con total lucidez todo lo sucedido, volvieron a confiar ya, de manera total y definitiva, en Jesús. Jesús después de su muerte volvía a estar con ellos, hablaron con Él, comió con ellos, le tocaron... Tomás, no seas tan desconfiado, ven y pon tus dedos en las llagas de mis manos (muñecas) y tu mano en la herida de mi costado... Bienaventurados los que sin ver, creen.

Todos estos acontecimientos habían sido creídos a pies juntillas hasta el s. XVIII; pero llegó la Ilustración (la razón y el saber) y todo se puso en solfa. Ya no valía la fe, había que racionalizar los hechos acontecidos, había que encontrarle explicación racional, Jesús de Nazaret era una cosa y el Cristo de la fe otra muy distinta. El racionalismo liberal, concretamente el alemán, y especialmente el representado por Herman Samuel Reimarus, un filósofo racionalista y naturalista, a través de su editor Lessing, publicó un libro de unas 4000 páginas, donde concluía que Jesús ni realizó milagros, ni prometió un reino de Dios, ni resucitó; que había fracasado como un revolucionario, como un líder político; y que sus Apóstoles ante tan estrepitoso fracaso, urdieron la trama de su resurrección para explotar según sus propios intereses la figura de Jesús. Es decir, se inicia la primera, llamada antigua, búsqueda del <Jesús histórico>. Es la <Old Quest> (= Antigua búsqueda), que se inicia allá por los años 1777/8, finales del s. XVIII, y que duraría hasta finales del s. XIX, o comienzos del s. XX.

Como pretendo hacer una secuenciación de estas búsquedas del <Jesús histórico>, que a mí como a aquellos hombres me interesa saber y confiar en si Jesús de Nazaret realizó milagros, si resucitó, etc.; por ahora concluyo aquí. Ya adelanté que este proceso era largo. Espero no aburrir, y si alguno le molesta, tiene la libertad de no molestarse en leerme.

Continuaremos. Saludos a todos. Es mucho lo que el hombre se juega.