Hoy me he equivocado... Hay una nueva oportunidad en el mañana, que de momento aparece limpio de errores.
Pero ¿ha de preocuparme tanto el mañana? El esfuerzo de mi senectud no ha de ser más afortunado que el de mi juventud. El pájaro quiere ser nube, la nube quiere ser pájaro, cantaba Tagore. Ni siembran ni guardan en graneros, y el alimento no les falta.
Frío tráfago el de esta sociedad que no conoce la felicidad aunque ande persiguiéndola incansablemente. El dinero es la cumbre, el dinero es la meta, el dinero es la panacea; si hay que aplastar las flores en el barro por hacernos con aquél, ¡hagámoslo!...
No, a mí dejadme la nube y el pájaro y esas flores limpias de barro. Llamadme loco o descastado. Mi vida me pertenece. Dejadme transitar los caminos que jamás andaríais. Si la tristeza ha de estar presente de todas formas, soñaré que jamás la conocí. Soñaré que pude tener amigos y los conservé. Quemaré todos los almanaques que me separan de todas aquellas oportunidades perdidas. Si las ilusiones son humo, dejad que haga con ellas una nube para guarecerme de las fatigas de esta vida.
Mi vida vale lo que un río silencioso. Dadme una nube, un pájaro y un atardecer y me consideraré afortunado. Luego vendrán las cosas que no espero, y sentiré mi corazón elevarse en alas del gozo.
Es la oración que te hago, amado Dios: la nube y el pájaro han de acabar siendo la misma cosa.
El jardinero de las nubes.
Pero ¿ha de preocuparme tanto el mañana? El esfuerzo de mi senectud no ha de ser más afortunado que el de mi juventud. El pájaro quiere ser nube, la nube quiere ser pájaro, cantaba Tagore. Ni siembran ni guardan en graneros, y el alimento no les falta.
Frío tráfago el de esta sociedad que no conoce la felicidad aunque ande persiguiéndola incansablemente. El dinero es la cumbre, el dinero es la meta, el dinero es la panacea; si hay que aplastar las flores en el barro por hacernos con aquél, ¡hagámoslo!...
No, a mí dejadme la nube y el pájaro y esas flores limpias de barro. Llamadme loco o descastado. Mi vida me pertenece. Dejadme transitar los caminos que jamás andaríais. Si la tristeza ha de estar presente de todas formas, soñaré que jamás la conocí. Soñaré que pude tener amigos y los conservé. Quemaré todos los almanaques que me separan de todas aquellas oportunidades perdidas. Si las ilusiones son humo, dejad que haga con ellas una nube para guarecerme de las fatigas de esta vida.
Mi vida vale lo que un río silencioso. Dadme una nube, un pájaro y un atardecer y me consideraré afortunado. Luego vendrán las cosas que no espero, y sentiré mi corazón elevarse en alas del gozo.
Es la oración que te hago, amado Dios: la nube y el pájaro han de acabar siendo la misma cosa.
El jardinero de las nubes.