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ALDEA DEL REY: Bueno, pues me he enterado de la fiesta de los cincuenteros...

Bueno, pues me he enterado de la fiesta de los cincuenteros y sesenteros en la piscina municipal la tarde-noche pasada; tengo los suficientes contactos en Aldea para enterarme por uno u otro conducto. Hace meses alguien me escribió advirtiéndome del carácter anual de la celebración y que en la edición de este año me iba a ser cursada una invitación honorífica, vía correo electrónico, aunque yo no asistiera. Yo entonces tenía mis dudas de que se me concediera tan grandísimo honor, y veo con serenidad que no me he equivocado en mi presentimiento. Ni lo esperaba ni lo apetecía. Sólo le rogaría a esta persona que no intente quedar bien conmigo, porque de mucho antes me conozco el percal y ya habrá descubierto que a mí no se me engaña fácilmente. No le guardo ningún respeto a la mentira ni a sus probables sinónimos.

Con motivo de un viaje a Aldea, he estado materialmente solo en el cementerio y he visitado algunas tumbas de gentes humildes. He visto la del hermano Riñegatas. La losa estaba un poco desencajada y casi se podía ver el interior de la sepultura. Las plantas de ribera, que el mismo hermano Riñegatas cuidaba, la arropaban en total abandono. El olvido sería en el hermano Riñegatas, pero aún lo recuerdan, aquí y en otros lugares del mundo.

Luego alguien me ha comunicado el reciente fallecimiento del Salvaje (con perdón de emplear su apodo, pues no recuerdo su nombre; me quiere parecer que era Heriberto). No lo sabía y me he quedado conmocionado. Otro hombre humilde, un poeta de meritorio verbo humorístico, condenado al olvido. Me han dicho que en el entierro el pueblo no le tributó el honor que a juicio de algunos merecía, como poeta que era. Si hubiera sido un hombre menos humilde, hasta los estandartes de los Santos Patronos de la Aldea lo hubieran escoltado hasta su morada definitiva. Pero no: sólo era el Salvaje, y vivía en una calle apartada del pueblo que ni siquiera llevaba su nombre.

A mí me gustaba mucho su poesía, y no quisiera que fuera arrebatada por el polvo de los siglos. Tenía su gracejo y su ingeniosidad. ¿Quién no le recuerda en aquellos dúos con el entrañable tío Mortero en tiempo de carnaval? Aún me desternillo con aquel poema que dedicó Al asunto de Lorena Bobbitt.

Hace muchos años vencí mi timidez, y una mañana en el mercadillo le expresé mi admiración por sus poemas. Y una tarde de verano vino a mi casa y me los leyó y recitó todos. Los tenía guardados dentro de una carpeta azul de cartón. Fueron casi dos horas de no cesar de aplaudirle. El pobre no estaba acostumbrado a que le apreciaran sus poemas, y acudió a mí, indigno oyente de los frutos de un alma gigantesca. Encontraba su inspiración en los tiempos de antaño, en la vida cotidiana del pueblo, en sus monumentos, en las picantonas relaciones hombre-mujer, en la Virgen del Valle, en San Jorge de Capadocia, en el Santísimo Cristo del Consuelo, en los programas de televisión y hasta en los reality-shows. Era un hombre bueno y sencillo, que sólo pedía un poquito de reconocimiento por lo que hacía, por alegrar la vida al personal con sus poesías. ¡A buen lugar fuiste a parar, querido amigo! La burocracia imperante nunca tributará reconocimiento a la labor de las artes y de las letras; simplemente no existen para aquélla. Pues nada, que la simiente aldeana no fructifique y que su legado cultural se desmorone como hace tiempo se desmoronó el tejado del Palacio de Clavería. Si no cuidamos lo nuestro, no vendrán de fuera a cuidarlo; antes bien, se lo llevarán fuera de Aldea, como ya viene ocurriendo. Y que conste que el cultivo de las artes y las letras conlleva honra y trae más prosperidad a un pueblo que un siglo de practicar una política incompetente.

¡Qué feliz vi aquel día al Salvaje, cuando me dolían las manos de tanto aplaudirle! Realmente, ¿costaba tanto hacerle feliz?

Dios amado, te ruego que evites que se pierdan las obras de aquel señor amable y humilde. La burocracia no dirá que son cultura, pero a poco que te lo propongas ni los huracanes podrán arrancarlas de su asiento en la gloria.

Mi más sentido pésame a toda su familia.

El jardinero de las nubes.