Estimado amigo Alter Ego:
Te agradezco de corazón tus desmesurados elogios hacia mi humilde labor, pero ya conoces lo que marca mis pautas de vida, y así está escrito: “No es bueno comer miel en exceso, ni empacharse de palabras elogiosas” (Prov 25, 27). El elogio no abundó en mi vida descubierta, y en la misma no era menos de lo que soy en mi vida oculta. Pero igualmente, aparece escrito: “Los que sembraban con lágrimas, cosechan entre canciones. Aunque iban llorando al llevar la semilla, vuelven contentos, trayendo las gavillas” (Sal 126, 5-6). Y otra cosa cierta: “Él (el Señor) levanta del polvo al desvalido, y alza del estiércol al pobre” (Sal 113, 7). Pero si en mi caso corresponde algún mérito, a Dios es a quien corresponde verdaderamente; así se dijo: “Si el Señor no construye la casa, en vano se afanan los albañiles” (Sal 127, 1).
He pasado épocas muy duras, y se hizo amarilla la página del libro de Isaías donde figuran los versículos finales (13-15) de capítulo 52 y el capítulo 53 entero; talmente eran un bálsamo para mis llagas. Y sí, Dios lo es todo para mí; las palabras de Jesús mi aliento; y el recuerdo de María el cáliz de mis lágrimas, el amor que abarca la inmensidad de mis cielos. Dios me ayuda, me muestra que el hierro al acercarse a la llama se convierte en acero y que su consuelo es posible en este mundo.
Creo que no me expliqué bien: mi formación religiosa se fundamenta en la Biblia, pero por lo demás los libros me rodean como un hermoso ejército. Y en la lectura de otros libros al margen de la Biblia, soy también apasionado hasta la médula. En “Historia de Mayta”, de Mario Vargas Llosa, se comenta de un profesor de universidad que valoraba más la lectura del libro que él había escrito sobre los poemas de Pablo Neruda que la lectura directa de los poemas de Pablo Neruda; a no dudar, yo nunca hubiera aprobado con ese profesor. Con todo y con eso, también compagino la literatura con el ensayo, pues como decía Marcelino Menéndez Pelayo en el prólogo del libro “San Francisco de Asís”, de Emilia Pardo Bazán, la lectura del ensayo enriquece y otorga talla intelectual a la creación literaria y, en general, a la dimensión cultural de la persona... También, al igual que tú, he pasado la vida sintiendo los vientos perfumados que levantan las páginas de los libros al ser pasadas. Y, al recordarla, la vida se ha hecho más larga. La vida interior acabó venciendo la rémora de la incapacidad.
No te mentí, amigo Alter Ego. No me gusta la mentira. Obviamente, no soy un dechado de perfecciones, pero no he mentido en nada de lo que he dicho de mí en estas páginas. Oculto cosas, pero no miento. Y cuando reconocí haberme equivocado, supe pedir perdón.
Y el foro renació gracias a la labor de todos, de personas como tú. Ya lo daba por perdido, y Dios me dio la alegría de veros brillar en él.
Gracias de corazón, y que el mar de las palabras libres, de la concordia y del debate anegue nuestra querida tierra aldeana.
¡Ánimo, querido amigo!
El jardinero de las nubes.
http://eljardinerodelasnubes. blogspot. com/
Te agradezco de corazón tus desmesurados elogios hacia mi humilde labor, pero ya conoces lo que marca mis pautas de vida, y así está escrito: “No es bueno comer miel en exceso, ni empacharse de palabras elogiosas” (Prov 25, 27). El elogio no abundó en mi vida descubierta, y en la misma no era menos de lo que soy en mi vida oculta. Pero igualmente, aparece escrito: “Los que sembraban con lágrimas, cosechan entre canciones. Aunque iban llorando al llevar la semilla, vuelven contentos, trayendo las gavillas” (Sal 126, 5-6). Y otra cosa cierta: “Él (el Señor) levanta del polvo al desvalido, y alza del estiércol al pobre” (Sal 113, 7). Pero si en mi caso corresponde algún mérito, a Dios es a quien corresponde verdaderamente; así se dijo: “Si el Señor no construye la casa, en vano se afanan los albañiles” (Sal 127, 1).
He pasado épocas muy duras, y se hizo amarilla la página del libro de Isaías donde figuran los versículos finales (13-15) de capítulo 52 y el capítulo 53 entero; talmente eran un bálsamo para mis llagas. Y sí, Dios lo es todo para mí; las palabras de Jesús mi aliento; y el recuerdo de María el cáliz de mis lágrimas, el amor que abarca la inmensidad de mis cielos. Dios me ayuda, me muestra que el hierro al acercarse a la llama se convierte en acero y que su consuelo es posible en este mundo.
Creo que no me expliqué bien: mi formación religiosa se fundamenta en la Biblia, pero por lo demás los libros me rodean como un hermoso ejército. Y en la lectura de otros libros al margen de la Biblia, soy también apasionado hasta la médula. En “Historia de Mayta”, de Mario Vargas Llosa, se comenta de un profesor de universidad que valoraba más la lectura del libro que él había escrito sobre los poemas de Pablo Neruda que la lectura directa de los poemas de Pablo Neruda; a no dudar, yo nunca hubiera aprobado con ese profesor. Con todo y con eso, también compagino la literatura con el ensayo, pues como decía Marcelino Menéndez Pelayo en el prólogo del libro “San Francisco de Asís”, de Emilia Pardo Bazán, la lectura del ensayo enriquece y otorga talla intelectual a la creación literaria y, en general, a la dimensión cultural de la persona... También, al igual que tú, he pasado la vida sintiendo los vientos perfumados que levantan las páginas de los libros al ser pasadas. Y, al recordarla, la vida se ha hecho más larga. La vida interior acabó venciendo la rémora de la incapacidad.
No te mentí, amigo Alter Ego. No me gusta la mentira. Obviamente, no soy un dechado de perfecciones, pero no he mentido en nada de lo que he dicho de mí en estas páginas. Oculto cosas, pero no miento. Y cuando reconocí haberme equivocado, supe pedir perdón.
Y el foro renació gracias a la labor de todos, de personas como tú. Ya lo daba por perdido, y Dios me dio la alegría de veros brillar en él.
Gracias de corazón, y que el mar de las palabras libres, de la concordia y del debate anegue nuestra querida tierra aldeana.
¡Ánimo, querido amigo!
El jardinero de las nubes.
http://eljardinerodelasnubes. blogspot. com/