Pienso, amigo Hortelano, que flor te ha querido dar el mensaje de que es bueno trabajar para vivir y no vivir para trabajar. Yo sé que es una joven que ha batallado mucho en esta vida y que ha soportado cargas y fatigas que a muchos nos rebasarían. Sabe lo que es trabajar sin descanso. El abono de su tristeza ha dado lugar a esa flor que constituye su sobrenombre. Quiere ser feliz y quiere que las personas sean felices. No busca polémicas, pero cree en la justicia con la misma fuerza con que cree en Dios. Escrito está: “Quien va tras la justicia y el amor, hallará vida y honor” (Prov 21, 21).
Hablas del trabajo. San Pablo lo decía: “El que no quiera trabajar que no coma” (2 Tes 3, 10). Hablas del Espíritu, y también San Pablo escribió: “Quien posee el Espíritu lo posee todo y no depende de nadie” (1 Cor 2, 15). Ese mismo Espíritu es el que empuja a Flor a andar por terrenos que ella misma ignora a lo primero, pero cuyos frutos no pueden ser más dulces. El Espíritu escudriña todo, hasta a Dios (1 Cor 2, 10). Realmente Flor se deja arrastrar por el Espíritu, como corresponde al modo de pensar de Cristo (1 Cor 2, 16). Hum, creo que mis anotaciones bíblicas no te resultan extrañas (¿?).
El hacer bien una labor no tiene por qué ir acompañado de un beneficio material. Llevo toda la vida haciendo cosas con obstinada dedicación que no me han aportado un solo ochavo. He sido rebelde por seguir haciendo estas cosas. He seguido mis propios caminos, y hacer caso de “buenos consejos” antes me ha reportado amargura que otra cosa. No pocos desearon verme naufragar, pero mi barca, llena de remiendos y vías de agua, sigue sosteniéndose sobre el proceloso océano de la existencia. No tengo nada firme, excepto mi alma y mi amor a Dios. “Ten fortaleza, esforcémonos por nuestro pueblo y por las ciudades de nuestro Dios, y que Yahvéh haga lo que bien le parezca” (2 Sm 10, 12). A Dios me abandono, a semejanza de mi admirado (que no adorado) Francisco de Asís (¿y quién diría que él no trabajaba aun declarándose mendigo?). Podemos ser esforzados, pero a lo largo de mi vida lo he comprobado fehacientemente: “El corazón del hombre medita su camino, pero es Dios quien asegura sus pasos” (Prov 16, 9).
Yo trabajo mucho (con o sin remuneración); arrojo la semilla al surco, pero sé que no depende de mí el que fructifique. “Si Dios no construye la casa, en vano se afanan los constructores; si Dios no guarda la ciudad, en vano vigila la guardia. En vano madrugáis a levantaros, el descanso retrasáis, los que coméis pan de fatigas, cuando Dios colma a su amado mientras duerme” (Sal 127, 1-2). He gastado muchas horas de mi vida “trabajando inútilmente”.
Y los mendigos de la historia de nuestra amiga Flor dormían despreocupadamente. Un poder que ni ellos mismos comprendían velaba su sueño. Tal es la vida, y la vida está por encima de las fatigas del trabajo, lo cual no implica que no debamos trabajar; pero hasta el trabajo es descanso si tenemos una esperanza por la que vivir.
El jardinero de las nubes.
http://eljardinerodelasnubes. blogspot. com/
Hablas del trabajo. San Pablo lo decía: “El que no quiera trabajar que no coma” (2 Tes 3, 10). Hablas del Espíritu, y también San Pablo escribió: “Quien posee el Espíritu lo posee todo y no depende de nadie” (1 Cor 2, 15). Ese mismo Espíritu es el que empuja a Flor a andar por terrenos que ella misma ignora a lo primero, pero cuyos frutos no pueden ser más dulces. El Espíritu escudriña todo, hasta a Dios (1 Cor 2, 10). Realmente Flor se deja arrastrar por el Espíritu, como corresponde al modo de pensar de Cristo (1 Cor 2, 16). Hum, creo que mis anotaciones bíblicas no te resultan extrañas (¿?).
El hacer bien una labor no tiene por qué ir acompañado de un beneficio material. Llevo toda la vida haciendo cosas con obstinada dedicación que no me han aportado un solo ochavo. He sido rebelde por seguir haciendo estas cosas. He seguido mis propios caminos, y hacer caso de “buenos consejos” antes me ha reportado amargura que otra cosa. No pocos desearon verme naufragar, pero mi barca, llena de remiendos y vías de agua, sigue sosteniéndose sobre el proceloso océano de la existencia. No tengo nada firme, excepto mi alma y mi amor a Dios. “Ten fortaleza, esforcémonos por nuestro pueblo y por las ciudades de nuestro Dios, y que Yahvéh haga lo que bien le parezca” (2 Sm 10, 12). A Dios me abandono, a semejanza de mi admirado (que no adorado) Francisco de Asís (¿y quién diría que él no trabajaba aun declarándose mendigo?). Podemos ser esforzados, pero a lo largo de mi vida lo he comprobado fehacientemente: “El corazón del hombre medita su camino, pero es Dios quien asegura sus pasos” (Prov 16, 9).
Yo trabajo mucho (con o sin remuneración); arrojo la semilla al surco, pero sé que no depende de mí el que fructifique. “Si Dios no construye la casa, en vano se afanan los constructores; si Dios no guarda la ciudad, en vano vigila la guardia. En vano madrugáis a levantaros, el descanso retrasáis, los que coméis pan de fatigas, cuando Dios colma a su amado mientras duerme” (Sal 127, 1-2). He gastado muchas horas de mi vida “trabajando inútilmente”.
Y los mendigos de la historia de nuestra amiga Flor dormían despreocupadamente. Un poder que ni ellos mismos comprendían velaba su sueño. Tal es la vida, y la vida está por encima de las fatigas del trabajo, lo cual no implica que no debamos trabajar; pero hasta el trabajo es descanso si tenemos una esperanza por la que vivir.
El jardinero de las nubes.
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