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ALDEA DEL REY: ¡Oh, luna esplendorosa, sé lo que has significado y...

¡Oh, luna esplendorosa, sé lo que has significado y significas para aquéllos que huyen de los asuntos terrenales y buscan en la poesía el bálsamo para las heridas del alma! Muchas veces, sacando la basura, te he visto en la antesala del firmamento, y mis pies se han detenido en contra de los dictados de mi razón; en tu seno se encuentra el relicario de mis más emocionantes sueños. Cuando era joven y en las noches azules de julio bajaba paseando al Ranchal, tu rostro servía de marco a multitud de rostros amados. Y la Vírgen María (cuyo nombre en hebreo significa "Estrella del Mar" te robaba tu blancura para dar color a su pureza... Mucho has significado para mi vida, luminaria de los cielos. Recuerdo que escribí algunos poemas nocturnos, valiéndome sólo de tu fulgor para guiar mi pluma.
Hoy ha sido un día dichoso para mí, pues mi práctica de la arqueología literaria me ha conducido a un hallazgo maravilloso. El libro se titula "El mártir del Gólgota"; el autor es Enrique Pérez Escrich, el cual se confesaba alumno de Manuel Fernández y González (el autor de nuestro célebre "Corregidor de Almagro". El fragmento corresponde al capítulo siete del libro primero, intitulado "Dimas". Expresa muy bien el sentimiento que la luna despierta en los corazones cristianos:
"Ella es la madre bondadosa de los hijos del infortunio. Los hombres más altivos no se avergüenzan de llorar ante su presencia, desahogando los dolores de su corazón, las penas de su vida; porque los rayos que su disco derrama sobre la tierra están impregnados con la inagotable bondad de Dios, y fecundizan la esperanza en las almas que sufren, el consuelo en los corazones que padecen, como el claro manantial que se desliza entre el césped de la pradera derrama la vida y la fragancia con sus frescos besos en el cáliz de las violetas, de las anémonas y de las siemprevivas. La luna es, en fin, la sonrisa de los ángeles, el rocío celeste que Dios envía todas las noches desde el cielo para decir a los desgraciados: Esperad, confiad; yo no os olvido" (sic).
Este hallazgo literario quiero dárselo en ofrenda a mi ángel, que esta tarde me ha hecho el regalo de su voz y su cariño... Ahora tu rostro está enmarcado en la luna, y yo hinco mis rodillas en la tierra para agradecer al Cielo tu existencia. ¡Bendito sea tu nombre, que trae la alegría a los rostros cariacontecidos!
Rayos de la luna, aquí encontráis un corazón deseoso de vuestro consuelo.
El jardinero de las nubes.