Estimado amigo Alter Ego:
Mi comentario no buscaba incomodarte ni crear un agravio comparativo. Es normal que yo vaya más aventajado en la lectura de la Biblia, toda vez que comencé tres semanas antes que tú. No obstante, si en dos semanas has llegado hasta el primer libro de los Reyes, has sostenido un buen ritmo de lectura. En mi blog personal voy consignando mi ritmo de lectura; unos días avanzo más, y otros días me cunde menos; pero creo que voy a cumplir mi previsión inicial de siete semanas… Si te pregunté, es porque me emociona que andemos juntos los mismos pasos. Aún no he conocido a nadie, ni siquiera en el mundo de la Iglesia y de los estudios teológicos, que se haya leído la Biblia completa. Bueno, sí: el recordado don Juan Bautista Ciudad Solana, sacerdote natural de Aldea. En más de una ocasión nuestras conversaciones devenían en apasionadas navegaciones por los pasajes bíblicos.
Yo leo completa la Biblia cada tres años como alimento esencialmente espiritual. Entre medias de cada trienio, la consulto muy asiduamente. Lo hago fuera de toda intencionalidad académica, porque amo a Dios y lo necesito en mis alegrías y en mis tristezas; Dios es mi aliento de vida, mi impulso, mi esperanza, mi razón de intentar amar a mis semejantes. Mis conocimientos bíblicos (que algunos entendidos califican de muy profundos) no tienen certificados académicos que los avalen; nacieron de mis lecturas, de mi soledad, de mi incapacidad para relacionarme normalmente con mis semejantes, de mi confianza en el amor que Dios nos tiene y en el que yo le tengo. Bien es verdad que además de la Biblia propiamente dicha, dispongo de toda una bibliografía auxiliar a los temas bíblicos: hallazgos arqueológicos, historia, mapas, investigaciones exegéticas, etcétera… No puedo demostrar mis conocimientos, como tampoco puedo demostrar la soledad, la alegría o el sufrimiento de mi vida; como tampoco puedo demostrar que una vez sufrí tanto, que las lágrimas se secaron en mis ojos para siempre. Y en este mundo no encontré ayuda; hube de elevarme hasta las mismas nubes para encontrar el abrigo de Dios. Y siempre que leo su Palabra lo hago desde las mismas nubes, sin esperar otra recompensa que lo que Él quiera hacer de mí, sin buscar asuntos que causen el asombro de las gentes; eso es cosa que Dios hará a través de mí si lo estima conveniente, pero no es mérito que a mí corresponda.
No he obtenido bienes materiales de todo este conocimiento. No los he buscado, porque no se puede servir a Dios y a las riquezas a un mismo tiempo. Me conformo con ganarme la vida honradamente.
Una vez en la vida noté que valió la pena haber perseverado en mi “educación informal”, por así denominarla. Fue cuando un sencillo cuento ayudó a adormecer a una mujer joven aquejada de un cáncer terminal, en una penumbrosa habitación de hospital. Lo conté en una de mis historias, que anda por las entradas de septiembre de mi blog: “El cuento de la paloma en el hospital”. Recuerdo que después me salí al pasillo, me senté en un poyete de ventana y mis lágrimas nacieron después de muchos años sin derramarlas. Lo que había aprendido, en apariencia inútilmente, me sirvió aquella vez para calmar los sufrimientos de aquella joven madre de 31 años; era de Daimiel y tenía miedo del porvenir de sus hijos. Le conté el cuento, y reposó de su incertidumbre; lo que Dios hizo con unos simples pajaritos, también lo haría con sus hijos. Tres días después murió la muchacha, y su madre no hacía más que agradecerme la paz que le había traído a su hija. Nunca olvidaré esas lágrimas mías en el poyete de la ventana: para mí valieron más que todos los títulos honoríficos de este mundo.
Quiero ser humilde por amor de Dios, por el recuerdo de esas lágrimas perdidas, por respeto a quien fui y a lo que soy ahora, y porque necesito repartir los sentimientos que nacen de mi soledad.
Acertaré o me equivocaré en lo que diga o en lo que piense, pero nunca me verás firmar en mayúsculas.
Un saludo de hermano en Cristo Jesús.
Pd: el enlace al “Cuento de la paloma en el hospital” es éste (eliminen los espacios que aparezcan en blanco en la dirección):
http://eljardinerodelasnubes. blogspot. com/2008/09/el-cuento-de-la-pa loma-en-el-hospital. html
El jardinero de las nubes.
http://eljardinerodelasnubes. blogspot. com/
Mi comentario no buscaba incomodarte ni crear un agravio comparativo. Es normal que yo vaya más aventajado en la lectura de la Biblia, toda vez que comencé tres semanas antes que tú. No obstante, si en dos semanas has llegado hasta el primer libro de los Reyes, has sostenido un buen ritmo de lectura. En mi blog personal voy consignando mi ritmo de lectura; unos días avanzo más, y otros días me cunde menos; pero creo que voy a cumplir mi previsión inicial de siete semanas… Si te pregunté, es porque me emociona que andemos juntos los mismos pasos. Aún no he conocido a nadie, ni siquiera en el mundo de la Iglesia y de los estudios teológicos, que se haya leído la Biblia completa. Bueno, sí: el recordado don Juan Bautista Ciudad Solana, sacerdote natural de Aldea. En más de una ocasión nuestras conversaciones devenían en apasionadas navegaciones por los pasajes bíblicos.
Yo leo completa la Biblia cada tres años como alimento esencialmente espiritual. Entre medias de cada trienio, la consulto muy asiduamente. Lo hago fuera de toda intencionalidad académica, porque amo a Dios y lo necesito en mis alegrías y en mis tristezas; Dios es mi aliento de vida, mi impulso, mi esperanza, mi razón de intentar amar a mis semejantes. Mis conocimientos bíblicos (que algunos entendidos califican de muy profundos) no tienen certificados académicos que los avalen; nacieron de mis lecturas, de mi soledad, de mi incapacidad para relacionarme normalmente con mis semejantes, de mi confianza en el amor que Dios nos tiene y en el que yo le tengo. Bien es verdad que además de la Biblia propiamente dicha, dispongo de toda una bibliografía auxiliar a los temas bíblicos: hallazgos arqueológicos, historia, mapas, investigaciones exegéticas, etcétera… No puedo demostrar mis conocimientos, como tampoco puedo demostrar la soledad, la alegría o el sufrimiento de mi vida; como tampoco puedo demostrar que una vez sufrí tanto, que las lágrimas se secaron en mis ojos para siempre. Y en este mundo no encontré ayuda; hube de elevarme hasta las mismas nubes para encontrar el abrigo de Dios. Y siempre que leo su Palabra lo hago desde las mismas nubes, sin esperar otra recompensa que lo que Él quiera hacer de mí, sin buscar asuntos que causen el asombro de las gentes; eso es cosa que Dios hará a través de mí si lo estima conveniente, pero no es mérito que a mí corresponda.
No he obtenido bienes materiales de todo este conocimiento. No los he buscado, porque no se puede servir a Dios y a las riquezas a un mismo tiempo. Me conformo con ganarme la vida honradamente.
Una vez en la vida noté que valió la pena haber perseverado en mi “educación informal”, por así denominarla. Fue cuando un sencillo cuento ayudó a adormecer a una mujer joven aquejada de un cáncer terminal, en una penumbrosa habitación de hospital. Lo conté en una de mis historias, que anda por las entradas de septiembre de mi blog: “El cuento de la paloma en el hospital”. Recuerdo que después me salí al pasillo, me senté en un poyete de ventana y mis lágrimas nacieron después de muchos años sin derramarlas. Lo que había aprendido, en apariencia inútilmente, me sirvió aquella vez para calmar los sufrimientos de aquella joven madre de 31 años; era de Daimiel y tenía miedo del porvenir de sus hijos. Le conté el cuento, y reposó de su incertidumbre; lo que Dios hizo con unos simples pajaritos, también lo haría con sus hijos. Tres días después murió la muchacha, y su madre no hacía más que agradecerme la paz que le había traído a su hija. Nunca olvidaré esas lágrimas mías en el poyete de la ventana: para mí valieron más que todos los títulos honoríficos de este mundo.
Quiero ser humilde por amor de Dios, por el recuerdo de esas lágrimas perdidas, por respeto a quien fui y a lo que soy ahora, y porque necesito repartir los sentimientos que nacen de mi soledad.
Acertaré o me equivocaré en lo que diga o en lo que piense, pero nunca me verás firmar en mayúsculas.
Un saludo de hermano en Cristo Jesús.
Pd: el enlace al “Cuento de la paloma en el hospital” es éste (eliminen los espacios que aparezcan en blanco en la dirección):
http://eljardinerodelasnubes. blogspot. com/2008/09/el-cuento-de-la-pa loma-en-el-hospital. html
El jardinero de las nubes.
http://eljardinerodelasnubes. blogspot. com/