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ALDEA DEL REY: Querido amigo Alter Ego:...

Querido amigo Alter Ego:

Aunque ya es una hora tardía, no quiero irme a descansar sin hacerte un breve comentario.

Te he leído, y me cuesta imaginarte en el papel de Tomás, que para creer en la presencia de Jesús resucitado necesitaba introducir su dedo en la llaga del costado de aquél (Jn 20, 24-29). Realmente transitas una senda distinta a la mía, pero dime a ver qué senda no conduce a Roma siempre que se desee ir a Roma. Quieres que tu intelecto arroje luz a la verdad que ya de suyo anida en tu corazón, y que por sí sola es diez mil veces más clara que el sol (Eclo 23, 19). Dios prefiere la puerta del corazón antes que la del intelecto; de otra forma, sólo podría revelarse a los sabios con toda su plenitud. Es cierto que Jesús está a tu lado, lo crees y buscar ser convencido de ello con tus estudios, tus maestros y tu experiencia de la vida. Tienes una mujer a la que amas, unos hijos a los que veneras, un pasado de grandes sacrificios y una luz en tu corazón que fue prendida mediante el soplo divino. Estás cerca de Dios, con tus defectos y virtudes, y el bosque se presenta diáfano ante tus ojos… Que la vista de un solo árbol, aunque sea el árbol de la sabiduría, no te impida ver el bosque en su conjunto. También es cierto que en el afán de acaparar conocimiento viene a cumplirse algo similar al principio de incertidumbre de Heisenberg: que lo complejo no te impida ver lo simple, pues sabes que Jesús gustaba de la simpleza.

Son muchas sendas las que conducen a Dios, amigo Alter Ego. Como venía a decir tu mencionado santo de Hipona: amando se está en la certeza del camino correcto. Tú amas a Dios: tu senda es buena; yo también lo amo: mi senda es igualmente buena. Recuerda: de las tres virtudes teologales (fe, esperanza y amor) el amor es la más excelente (1 Cor 13, 13).

En resumen, anda por la senda que desees en tu relación con Dios, pero ándala siempre con amor.

Y perdóname de nuevo el tono apostólico. Se trata de un honor que en modo alguno merezco. Pero también está escrito: “No calles cuando tengas que hablar, ni escondas tu sabiduría. Pues en la palabra se demuestra la sabiduría” (Eclo 4, 23-24).

Un cordial saludo.

El jardinero de las nubes.
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