A LAS SILLAS DE MANOS, CUANDO ACOMPAÑADAS DE MUCHOS GENTILESHOMBRES
Ya los pícaros saben en Castilla
Cuál mujer es pesada y cuál liviana,
Y los bergantes sirven de Romana
Al cuerpo que con más diamantes brilla.
Ya llegó a Tabernáculo la silla,
Y cristalina el hábito profana
De la custodia, y temo que mañana
Añadirá a las hachas campanilla.
Al Trono en correones las banderas
Ceden en hacer gente, pues que toda
La juventud ocupan en hileras.
Una Silla es pobreza de una boda,
Pues empeñada en oro y vidrieras,
Antes la honra que el chapín se enloda.
Francisco de Quevedo y Villegas
A LOPE DE VEGA
Las fuerzas, Peregrino celebrado,
afrentará del tiempo y del olvido
el libro que, por tuyo, ha merecido
ser del uno y del otro respetado.
Con lazos de oro y yedra acompañado,
el laurel con tu frente está corrido
de ver que tus escritos han podido
hacer cortos los premios que te ha dado.
La invidia su verdugo y su tormento
hace del nombre que cantando cobras,
y con tu gloria su martirio crece.
Mas yo disculpo tal atrevimiento,
si con lo que ella muerde de tus obras
la boca, lengua y dientes enriquece.
Francisco de Quevedo y Villegas
Ya los pícaros saben en Castilla
Cuál mujer es pesada y cuál liviana,
Y los bergantes sirven de Romana
Al cuerpo que con más diamantes brilla.
Ya llegó a Tabernáculo la silla,
Y cristalina el hábito profana
De la custodia, y temo que mañana
Añadirá a las hachas campanilla.
Al Trono en correones las banderas
Ceden en hacer gente, pues que toda
La juventud ocupan en hileras.
Una Silla es pobreza de una boda,
Pues empeñada en oro y vidrieras,
Antes la honra que el chapín se enloda.
Francisco de Quevedo y Villegas
A LOPE DE VEGA
Las fuerzas, Peregrino celebrado,
afrentará del tiempo y del olvido
el libro que, por tuyo, ha merecido
ser del uno y del otro respetado.
Con lazos de oro y yedra acompañado,
el laurel con tu frente está corrido
de ver que tus escritos han podido
hacer cortos los premios que te ha dado.
La invidia su verdugo y su tormento
hace del nombre que cantando cobras,
y con tu gloria su martirio crece.
Mas yo disculpo tal atrevimiento,
si con lo que ella muerde de tus obras
la boca, lengua y dientes enriquece.
Francisco de Quevedo y Villegas