
Estimado Alter Ego:
En el poyete de la ventana de la habitación de la joven protagonista de “El cuento de la paloma en el hospital” vi una estampa de la madre Maravillas. Recuerdo que me llamaron la atención sus cejas, por lo espesas que las tenía. No estoy muy al tanto de su vida. Pienso yo que los santos son dignos de admiración y de emulación, pero no de adoración; sólo a Dios y a su Hijo les corresponde la adoración. Yo no les puedo rezar a los santos como le rezo a Dios.
Hay muchos santos anónimos por el mundo, al margen de los santos propiamente mediáticos. Me contaban de pequeño que mi bisabuela era una santa. Hacía muchas obras de caridad entre los necesitados, rezaba como un papagayo varias horas al día y encontraba gran deleite escuchando el canto de los pajarillos en su patio emparrado. A veces me pregunto qué hubiera pensado si hubiera llegado a saber que uno de sus biznietos, el más indigno de todos ellos, iba a ser el jardinero de las nubes de su amado pueblo de Aldea del Rey. Hace muchos años una mujer anciana me dijo que yo le recordaba mucho a mi bisabuela. Nunca llegué a ver una fotografía de ella (de ésas de papel de tarjeta postal) ni a saber cómo era físicamente, pero de alguna manera sentí que su recuerdo vivía en mí y siempre la quise mucho en lo callado de mi corazón… Ella existió, y nunca la Santa Sede la elevará a los altares ni el Congreso le concederá ninguna plaquita en atención a sus muchos méritos. Su sangre riega mis venas, y acaso es herencia suya el amor instintivo que siento por las aves y hasta por la soledad… Yo la quiero mucho, amigo Alter Ego, pero nunca la invoqué como si fuera Dios. Tenía pensado explicarte mis ideas sobre los santos y los procesos de santificación, pero sé que sabrás leerme entre líneas e incluso intuirlo.
Gracias, querido amigo, por la dulce ensoñación de mi bisabuela que me has despertado sin tú sospecharlo. Adelante con tu recogimiento espiritual. Aunque derrumben el Templo, Dios, si lo quiere, volverá a levantar sus hiladas.
En cuanto a ti, amiga Sonrisa, que me has escrito un extenso comentario en la entrada de agosto de mi blog: “El heroísmo de Ernesto”, creo que tú también podrás encontrar mi respuesta en lo que acabo de contar. Y lejos de mí borrar nada que tengas a bien escribirme con tanto sentimiento.
Un abrazo a todos.
El jardinero de las nubes.
http://eljardinerodelasnubes. blogspot. com/
En el poyete de la ventana de la habitación de la joven protagonista de “El cuento de la paloma en el hospital” vi una estampa de la madre Maravillas. Recuerdo que me llamaron la atención sus cejas, por lo espesas que las tenía. No estoy muy al tanto de su vida. Pienso yo que los santos son dignos de admiración y de emulación, pero no de adoración; sólo a Dios y a su Hijo les corresponde la adoración. Yo no les puedo rezar a los santos como le rezo a Dios.
Hay muchos santos anónimos por el mundo, al margen de los santos propiamente mediáticos. Me contaban de pequeño que mi bisabuela era una santa. Hacía muchas obras de caridad entre los necesitados, rezaba como un papagayo varias horas al día y encontraba gran deleite escuchando el canto de los pajarillos en su patio emparrado. A veces me pregunto qué hubiera pensado si hubiera llegado a saber que uno de sus biznietos, el más indigno de todos ellos, iba a ser el jardinero de las nubes de su amado pueblo de Aldea del Rey. Hace muchos años una mujer anciana me dijo que yo le recordaba mucho a mi bisabuela. Nunca llegué a ver una fotografía de ella (de ésas de papel de tarjeta postal) ni a saber cómo era físicamente, pero de alguna manera sentí que su recuerdo vivía en mí y siempre la quise mucho en lo callado de mi corazón… Ella existió, y nunca la Santa Sede la elevará a los altares ni el Congreso le concederá ninguna plaquita en atención a sus muchos méritos. Su sangre riega mis venas, y acaso es herencia suya el amor instintivo que siento por las aves y hasta por la soledad… Yo la quiero mucho, amigo Alter Ego, pero nunca la invoqué como si fuera Dios. Tenía pensado explicarte mis ideas sobre los santos y los procesos de santificación, pero sé que sabrás leerme entre líneas e incluso intuirlo.
Gracias, querido amigo, por la dulce ensoñación de mi bisabuela que me has despertado sin tú sospecharlo. Adelante con tu recogimiento espiritual. Aunque derrumben el Templo, Dios, si lo quiere, volverá a levantar sus hiladas.
En cuanto a ti, amiga Sonrisa, que me has escrito un extenso comentario en la entrada de agosto de mi blog: “El heroísmo de Ernesto”, creo que tú también podrás encontrar mi respuesta en lo que acabo de contar. Y lejos de mí borrar nada que tengas a bien escribirme con tanto sentimiento.
Un abrazo a todos.
El jardinero de las nubes.
http://eljardinerodelasnubes. blogspot. com/