Este cuento va dedicado al Jardinero de las Nubes, con quien tuve hace ya algún tiempo algunas discrepancias. Un saludo Jardinero.
DEL REY NO
Hubo una vez, un diminuto país, muy, muy lejano, tan lejano que casi no existía, donde gobernaba un rey cruel y despótico, un dictador, que imponía sus leyes al pueblo. En ese país todos los súbditos se llamaban como alguna letra del abecedario, y así al rey le llamaban “M” (sería de monarca).
Un día, “M” el despótico rey, creyó tener mucho trabajo, aunque como ya digo, era un país muy diminuto, y pensó, sentado en su trono, que debía nombrar a un “equipo de gobierno”, para que le ayudase en su “complicada tarea”.
Hizo enviar desde su castillo, en el que se posaba una altiva águila, un correo para que anunciase por todas partes de su reino, que todos los súbditos debían acudir a palacio, para una reunión urgente con él.
Al día siguiente, todos los ciudadanos de aquel país, llegados de todos los rincones, se juntaron delante de la puerta del castillo. En lo alto de un torreón el águila los vigilaba atentamente.
Apareció el rey, y como no era muy “popular”, solo los más allegados se atrevieron a acercarse, el resto de la gente permaneció impasible y algo más alejada.
El rey “M”, levantó la voz y dijo: leales y queridos súbditos (porque eso sí, tenía estudios y era muy educado), ha llegado el momento de compartir mis tareas y para ello necesito a varios ciudadanos para nombrarlos ministros de mi reino, aquellos que estén interesados que den un paso al frente.
Se hizo un gran silencio, que traspasó todo el reino. El pueblo, incrédulo estaba indeciso. Como era posible aquello… De pronto varios súbditos dieron un paso hacia el rey.
“M”, se acercó al primero de ellos, un muchacho bien parecido, con unos estupendos ojos verdes, y le preguntó cómo te llamas hijo. El respondió “F” señor, (sería de favorito). El rey “M” le volvió a preguntar, y que ministerio te gustaría dirigir “F”. Aquel muchacho no se lo pensó ni un segundo, el de Finanzas alteza, que empieza como mi nombre…a mí eso de los cuartos se me da muy bien… además, en esa difícil tarea me podría ayudar mi “mujer”… que también sabe mucho de “cuentas”…
El rey lo miró y vio en “F” el perfecto súbdito para manejar las arcas, pero al mirarle a los ojos, percibió en él un pequeño halo de traición... quizá de envidia. Como aquel rey, no tenía hijos, pensó que podría ser su heredero…
“M”, se acercó a otro de los voluntarios, vio que ya era algo entrado en años y le pregunto, cuál es tu nombre. El súbdito respondió, me llamo “D”. Y dime “D”, en que me podrías servir. “D” miró al rey, y le dijo sin titubeos, en lo que Vos me mandéis. Era el perfecto servidor. Pero señor, voy a necesitar un “carro”, tirados por corceles, para poder moverme por el reino. “M”, le miró y dijo, hecho, cuenta con ello. El esfuerzo merecía la pena…
Se volvió el rey “M”, algo sorprendido, hacia una mujer, que también había salido voluntaria, y le dijo, y tú cómo te llamas. La mujer respondió “P”, aunque todos me dicen “P” y “M”. El rey la miró extrañado. “P”, captó la mirada y dijo, majestad es que yo siempre voy acompañada con la letra “M”. La letra “M”, interesante, será de “marido”, pensó el rey.
Bueno y como podría yo darle utilidad a “P” si siempre va con “M”. Enseguida, “P” le respondió, a mí, junto con mi letra, se nos da muy bien repartir los alimentos entre el pueblo…alguien tiene que hacerlo alteza y qué mejor que nosotros… El rey “M” asintió con la cabeza, en signo de aprobación…
De pronto “M”, vio junto a él, a un jovenzuelo retozón y sonriente, cuál es tu nombre hijo. Aquel muchacho miró fijamente al rey y respondió “L” señor. El rey percibió en él algo especial, su cara le sonaba, aquel muchacho ya lo conocía, era el hijo de su “carnicero real”, se había criado en palacio…
Y tú “L”, en que me podéis servir. Señor he estudiado “leyes” y creo que bien podría seros útil enseñando a los jóvenes de su reino…El rey “M”, enseguida vio la gran utilidad de aquel muchacho… aunque al principio desconfió un poco por su inmadurez. Pero al volver a mirar aquel chico, y verle la bandera de su reino pensó, que diablos será un magnifico patriota…
El Rey “M”, miró a una señorita, era joven y “muy emperifollada”, estaba de buen ver… y “M” el dijo: Tú cómo te llamas. Me llaman “A”, respondió, todos dicen que soy la primera letra del abecedario… Majestad le podría servir como una magnifica animadora en sus “festejos reales”. “M” complacido la aceptó, con real gana.
De esta manera, el Rey había conseguido un estupendo equipo para gobernar a su pueblo, solo que tendría que subir los impuestos para poder pagarles… pero eso, es ya otra historia…
Cualquier parecido de los personajes de este cuento, con la realidad, es pura coincidencia. Estos personajes nunca han existido, no son reales, son fruto exclusivo de la imaginación del autor.
DEL REY NO
Hubo una vez, un diminuto país, muy, muy lejano, tan lejano que casi no existía, donde gobernaba un rey cruel y despótico, un dictador, que imponía sus leyes al pueblo. En ese país todos los súbditos se llamaban como alguna letra del abecedario, y así al rey le llamaban “M” (sería de monarca).
Un día, “M” el despótico rey, creyó tener mucho trabajo, aunque como ya digo, era un país muy diminuto, y pensó, sentado en su trono, que debía nombrar a un “equipo de gobierno”, para que le ayudase en su “complicada tarea”.
Hizo enviar desde su castillo, en el que se posaba una altiva águila, un correo para que anunciase por todas partes de su reino, que todos los súbditos debían acudir a palacio, para una reunión urgente con él.
Al día siguiente, todos los ciudadanos de aquel país, llegados de todos los rincones, se juntaron delante de la puerta del castillo. En lo alto de un torreón el águila los vigilaba atentamente.
Apareció el rey, y como no era muy “popular”, solo los más allegados se atrevieron a acercarse, el resto de la gente permaneció impasible y algo más alejada.
El rey “M”, levantó la voz y dijo: leales y queridos súbditos (porque eso sí, tenía estudios y era muy educado), ha llegado el momento de compartir mis tareas y para ello necesito a varios ciudadanos para nombrarlos ministros de mi reino, aquellos que estén interesados que den un paso al frente.
Se hizo un gran silencio, que traspasó todo el reino. El pueblo, incrédulo estaba indeciso. Como era posible aquello… De pronto varios súbditos dieron un paso hacia el rey.
“M”, se acercó al primero de ellos, un muchacho bien parecido, con unos estupendos ojos verdes, y le preguntó cómo te llamas hijo. El respondió “F” señor, (sería de favorito). El rey “M” le volvió a preguntar, y que ministerio te gustaría dirigir “F”. Aquel muchacho no se lo pensó ni un segundo, el de Finanzas alteza, que empieza como mi nombre…a mí eso de los cuartos se me da muy bien… además, en esa difícil tarea me podría ayudar mi “mujer”… que también sabe mucho de “cuentas”…
El rey lo miró y vio en “F” el perfecto súbdito para manejar las arcas, pero al mirarle a los ojos, percibió en él un pequeño halo de traición... quizá de envidia. Como aquel rey, no tenía hijos, pensó que podría ser su heredero…
“M”, se acercó a otro de los voluntarios, vio que ya era algo entrado en años y le pregunto, cuál es tu nombre. El súbdito respondió, me llamo “D”. Y dime “D”, en que me podrías servir. “D” miró al rey, y le dijo sin titubeos, en lo que Vos me mandéis. Era el perfecto servidor. Pero señor, voy a necesitar un “carro”, tirados por corceles, para poder moverme por el reino. “M”, le miró y dijo, hecho, cuenta con ello. El esfuerzo merecía la pena…
Se volvió el rey “M”, algo sorprendido, hacia una mujer, que también había salido voluntaria, y le dijo, y tú cómo te llamas. La mujer respondió “P”, aunque todos me dicen “P” y “M”. El rey la miró extrañado. “P”, captó la mirada y dijo, majestad es que yo siempre voy acompañada con la letra “M”. La letra “M”, interesante, será de “marido”, pensó el rey.
Bueno y como podría yo darle utilidad a “P” si siempre va con “M”. Enseguida, “P” le respondió, a mí, junto con mi letra, se nos da muy bien repartir los alimentos entre el pueblo…alguien tiene que hacerlo alteza y qué mejor que nosotros… El rey “M” asintió con la cabeza, en signo de aprobación…
De pronto “M”, vio junto a él, a un jovenzuelo retozón y sonriente, cuál es tu nombre hijo. Aquel muchacho miró fijamente al rey y respondió “L” señor. El rey percibió en él algo especial, su cara le sonaba, aquel muchacho ya lo conocía, era el hijo de su “carnicero real”, se había criado en palacio…
Y tú “L”, en que me podéis servir. Señor he estudiado “leyes” y creo que bien podría seros útil enseñando a los jóvenes de su reino…El rey “M”, enseguida vio la gran utilidad de aquel muchacho… aunque al principio desconfió un poco por su inmadurez. Pero al volver a mirar aquel chico, y verle la bandera de su reino pensó, que diablos será un magnifico patriota…
El Rey “M”, miró a una señorita, era joven y “muy emperifollada”, estaba de buen ver… y “M” el dijo: Tú cómo te llamas. Me llaman “A”, respondió, todos dicen que soy la primera letra del abecedario… Majestad le podría servir como una magnifica animadora en sus “festejos reales”. “M” complacido la aceptó, con real gana.
De esta manera, el Rey había conseguido un estupendo equipo para gobernar a su pueblo, solo que tendría que subir los impuestos para poder pagarles… pero eso, es ya otra historia…
Cualquier parecido de los personajes de este cuento, con la realidad, es pura coincidencia. Estos personajes nunca han existido, no son reales, son fruto exclusivo de la imaginación del autor.