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ALDEA DEL REY: Hace ya mucho tiempo que dejé de concurrir a la Semana...

Hace ya mucho tiempo que dejé de concurrir a la Semana Santa de Aldea. En esta época suelo darme un garbeo por las costas del Mediterráneo. Aunque yo sea animal de secano, necesito sentir de cuando en cuando la presencia del mar, aunque parezca una traición y una ostentación en relación a las tan queridas personas que conozco que nunca han visto el mar, porque vivieron en tiempos de estrecheces, en los cuales no se estilaban los viajes de placer.

No obstante, conservo recuerdos nítidos de la Semana Santa de Aldea. Me gustaba mucho. Las velas goteantes con tulipas de botella de lejía, las procesiones, los nazarenos, los blanquillos, los armaos, los cornetas y tambores y aquellos arqueros de boinas rojas. Me acuerdo del matriarcado que la Pilar del Chato y la hija del Remendao ejercían con toda simpatía hacia los jóvenes cornetas y tambores. Una vez, hace muchisimos años, asomaron unos tunos por las procesiones, y estas maravillosas señoras no hacían más que encargarles canciones (Clavelitos, Compostelana, etcétera). Nunca pude olvidarlas, y espero que sigan siendo y siempre sean las madrinas de las procesiones de Aldea.

¡Dios Santo, qué recuerdos del Prendimiento del Jueves Santo! Los madroños del huerto de Getsemaní. Los nazarenos aguardando a los armaos dentro de este nemoroso recinto. Después los armaos llegaban a la Plaza y empezaba el relato del Prendimiento, pronunciado por la voz del Cardinche. A mi siempre me hacía gracia la respuesta que los armaos daban a la pregunta " ¿A quién buscáis?", y entonces la soldadesca entonaba con ribetes onomatopéyicos: " ¡A Eússs Anareno!". Esas voces tenían sabor a cigarrillos Ducados y a sudor de armadura. Aunque se tratara de un momento dramático en la vida de Jesús, no podía evitar que la risa se me trabara en la garganta. Luego el Cardinche se encaramaba al pedestal de Jesús, y era curioso ver a un Judas Iscariote con unas gafas de vidrios tan gruesos; no sé si en la antigua Palestina se estilaban semejantes anteojos. Acto seguido las cuerdas, y empezaba lo más granado de las procesiones.

Un espectáculo muy vistoso y encantador. Desde el punto de vista religioso, a mí me aportaba muy poco. Pero era encantador de todas veras.

La Semana Santa de Aldea, a pesar de los pesares, causa recuerdos grandiosos, y en los últimos años, cuando llega esta época, teniendo el mar a la vista, mi corazón le da varios repasos.

El jardinero de las nubes.