De pequeña me gustaba asomarme a ver a la Soledad cuando iba a
Cozar, el
pueblo de mis padres y abuelos, de vacaciones, me parecía tan real que pensaba que era una señora vestida de
virgen, ni tan siquiera llegaba a la
ventana para mirar y tenía que trepar agarrándome a la cruzada de hierro de sus ventanillas siempre abiertas en
verano. Una virgen de talla tan real y sin firmar bien podría pertenecer a La Roldana, una mujer que tallaba sus figuras en el siglo XVIII y que no firmaba porque en esa
... (ver texto completo)