Si algo puedo ver, es que cada día de ese año transcurrido estuvo lleno del amor de Dios. Estoy en deuda con él, por eso mi primera palabra al final del año es: ‘¡Gracias!’.
Pero, al lado de tantas bondades de ese Dios, está la triste
historia de la ingratitud y la mediocridad para con ese gran
amigo. Por eso la segunda palabra tiene que ser: "¡Perdóname todos los errores, todas las mediocridades. Yo se que me perdonas!".