Las once y media de la mañana, cuando llegué al
Mirador del
Calvario. Apenas había dos ó tres muchachos por el
parque, jugando con los columpios -por el acento parecían valencianos-. Me acerqué a la
esquina del mirador (donde están las cadenas) y me quedé un rato largo contemplando la llanura que se extiende desde el cerro en dirección de
la Solana, hasta lo que alcanza la vista. !Esto es la Mancha! - me dije - !Esta es tu tierra! y, no se cuanto rato estuve contemplando esta belleza.
Cogí la cámara
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