SAN FERMíN
(7 de julio)
Obispo de Amiens (Francia) y mártir. Copatrono de Navarra junto con San Francisco Javier. La vida de San Fermín parece partir del conocimiento que tenemos de San Saturnino, cuyas actas auténticas datan de los siglos IV-V. En Pamplona se inicia el culto no antes del S. XII.
Todo nos habla de una familia pamplonesa, de finales del s. III, formada por el padre, la madre y tres hijos: Fermín, Fausto y Eusebia. Por esos años, el obispo de Toulouse (Francia), Saturnino, decide extender el mensaje cristiano al otro lado de los Pirineos. Así llega la predicación hasta Pamplona. El primero en escucharla fue el padre de Fermín, cuando se dirigía al templo de Júpiter. Ante la predicación de Saturnino, se convierten y bautizan cuarenta mil navarros; entre ellos, toda la familia de Fermín.
Fermín se hace discípulo de Honesto, discípulo de Saturnino. Y con él recorre las comunidades navarras convirtiendo a numerosas familias. Fermín es enviado a Toulouse para completar su formación. Allí es ordenado sacerdote. Y, al poco tiempo, es consagrado Obispo.
Se hace apóstol de Aquitania, donde predica incansablemente, edificó templos y convirtió a la región entera. Fue encarcelado y ejecutado en secreto. La Iglesia de Amiens ignoraba la localización de las reliquias de San Fermín. La tradición habla de su hallazgo y traslado, en el año 615. En el s. XII, llega una reliquia del cráneo a París. Y esto dio comienzo a una gran devoción popular al santo.
Una vez más, descubrimos que el mensaje del Evangelio tiene vocación de universalidad. Una vez más, se nos manifiesta que la propagación del mensaje evangélico necesita de testigos. Una vez más, se nos deja claro que los valores del Evangelio pueden prender en cualquier ambiente. Una vez más, queda claro que la proclamación del Evangelio no es asunto fácil.
(7 de julio)
Obispo de Amiens (Francia) y mártir. Copatrono de Navarra junto con San Francisco Javier. La vida de San Fermín parece partir del conocimiento que tenemos de San Saturnino, cuyas actas auténticas datan de los siglos IV-V. En Pamplona se inicia el culto no antes del S. XII.
Todo nos habla de una familia pamplonesa, de finales del s. III, formada por el padre, la madre y tres hijos: Fermín, Fausto y Eusebia. Por esos años, el obispo de Toulouse (Francia), Saturnino, decide extender el mensaje cristiano al otro lado de los Pirineos. Así llega la predicación hasta Pamplona. El primero en escucharla fue el padre de Fermín, cuando se dirigía al templo de Júpiter. Ante la predicación de Saturnino, se convierten y bautizan cuarenta mil navarros; entre ellos, toda la familia de Fermín.
Fermín se hace discípulo de Honesto, discípulo de Saturnino. Y con él recorre las comunidades navarras convirtiendo a numerosas familias. Fermín es enviado a Toulouse para completar su formación. Allí es ordenado sacerdote. Y, al poco tiempo, es consagrado Obispo.
Se hace apóstol de Aquitania, donde predica incansablemente, edificó templos y convirtió a la región entera. Fue encarcelado y ejecutado en secreto. La Iglesia de Amiens ignoraba la localización de las reliquias de San Fermín. La tradición habla de su hallazgo y traslado, en el año 615. En el s. XII, llega una reliquia del cráneo a París. Y esto dio comienzo a una gran devoción popular al santo.
Una vez más, descubrimos que el mensaje del Evangelio tiene vocación de universalidad. Una vez más, se nos manifiesta que la propagación del mensaje evangélico necesita de testigos. Una vez más, se nos deja claro que los valores del Evangelio pueden prender en cualquier ambiente. Una vez más, queda claro que la proclamación del Evangelio no es asunto fácil.