
Allá por el siglo XVIII, a mediados, cuando se inició la construcción de la muralla, la curiosidad por tal megaconstrucción hizo conmoverse a muchos viajeros y coétaneos.
Uno, que acertó a pasar por allí un buen día, y que se tenía por ilustrado, corrigió a uno de los mineros que trabajaba en el forjado y rejuntado de mampostería del muro. Se atrevió a indicarle que no estaba haciendo bien sus quehaceres.
El minero, pausando momentáneamente su labor, le replicó:
Para estar aquí ya hice, para hacerlo procedo, para seguir haciendo no necesito testigos de mis errores. Me responsabilizo de mis actuaciones. Y añadió: Fácil es buscar el error y ofender a quien hace, cuando el que eso hace no lo hace.
Cartucho.
Uno, que acertó a pasar por allí un buen día, y que se tenía por ilustrado, corrigió a uno de los mineros que trabajaba en el forjado y rejuntado de mampostería del muro. Se atrevió a indicarle que no estaba haciendo bien sus quehaceres.
El minero, pausando momentáneamente su labor, le replicó:
Para estar aquí ya hice, para hacerlo procedo, para seguir haciendo no necesito testigos de mis errores. Me responsabilizo de mis actuaciones. Y añadió: Fácil es buscar el error y ofender a quien hace, cuando el que eso hace no lo hace.
Cartucho.