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ALMADENEJOS: Residentes fogoneros tampoco había en Almadenejos,...

Residentes fogoneros tampoco había en Almadenejos, pero sí pasaban en los trenes, y se les ofrecía agua, por el duro trabajo que desarrollaban, yendo siempre negros del carbón. La carbonilla se metía hasta por la ventanilla.
Fogonero
Pareja inseparable del maquinista, su tarea principal era alimentar el fuego del hogar de la locomotora de vapor, aunque como auxiliar participaba en su limpieza y engrase. También se ocupaba del freno del ténder (el vagón inmediato a la máquina donde se acumula el combustible sólido o líquido). Su jornada de trabajo comenzaba dos horas antes de la partida del tren; debía llegar al depósito de máquinas sesenta minutos antes que su compañero para encender el hogar y calentar el agua en la caldera, que debía tener la presión justa para que la locomotora pudiera inciar la marcha. Traginaba en el reducido espacio de la máquina manejando paladas con carbón de hulla o madera, siempre a la intemperie, sin protección y merced del frío, la lluvia o el abrasador sol de verano. Un trabajo duro; paleando unas 4 toneladas de carbón al día en las líneas de vía estrecha y del orden de 11 en las de vía ancha. El reglamento de las compañías ferroviarias establecía a fines del siglo XIX que, para ser fogonero, era preciso "saber leer y escribir, tener de 22 a 35 años, ser robusto, poseer buena vista y buen oído", así como "ser herreros, caldereros, torneros o ajustadores". Era frecuente que cada maquinista y fogonero tuviera asignada la misma locomotora, que cuidaban y protegían como algo propio. Para evitar desplazarse hasta la instalación ferroviaria e informarse del horario de comienzo de trabajo, se hacía habitual la existencia de 'avisadores', personas que, pagadas por la pareja de trabajo, se ocupaban de informarles del horario y jornada asignados. Las horas de trabajo dependían de las necesidades del servicio.