Un año más una cuadrilla procedente del prestigioso lugar de La Mancha llamado Almadenejos, ha hecho acto de presencia en Las Ventas, para la Feria de San Isidro.
Como viene siendo habitual, han dado juego, diversión y han estado por encima del resto de los asistentes.
Paseíllo, Puerta Grande y un sinfín de botellines para celebrarlo, tras el evento.
Cartucho.
Como viene siendo habitual, han dado juego, diversión y han estado por encima del resto de los asistentes.
Paseíllo, Puerta Grande y un sinfín de botellines para celebrarlo, tras el evento.
Cartucho.
Se me hace difícil pensar que mi primo Satu, Saturnino Serrano Rodríguez, no pueda seguir entregando tanta alegría, tanta bondad, tan buen temperamento, tanta empatía con sus conocidos, tanto y tanto que nos daba................. especialmente a mí.
Era para mí mucho más que un primo. Era mi Amigo. Pero un Amigo de esos que sabes que te tienen en su corazón, en su vida, a pesar de que no nos viéramos en meses o años. Ahí estábamos. A pesar de la diferencia de edad, parecía que hubiéramos compartido amistad desde la niñez. Y es que teníamos muchos gustos en común, como el mundo de la Tauromaquia principalmente.
Siendo mi hermano y yo niños y él ya un adolescente, observábamos su trabajo en el Matadero o en el Campo, donde nos mandaba mi abuela Leandra cuando veníamos de Madrid a pasar las vacaciones. Sólo por eso yo ya le tenía idolatrado, pero mi admiración por él surgió cuando en unas fiestas del Rosario, toreó estupendamente y a él y a Parrita los llevaron a hombros por la plaza del pueblo.
Luego coincidimos en Madrid y en pueblos de alrededor donde se celebraran actos taurinos. Y recuerdo en una ocasión que a punto estuvimos de lanzarnos al ruedo en una corrida de novillos en Móstoles. De las últimas, recuerdo una anécdota en la Plaza de Toros de Las Ventas, en que Satu, como yo en barrera que estábamos, citó al toro recién salido de toriles y saltó y se encaramó hasta nuestro lugar, sin llegar a acceder, pero apisonando el tejadillo de la cuadrilla de areneros, que rápidamente, una vez pasado el peligro pasaron a reprobarnos, y ambos tuvimos un altercado contra dicha cuadrilla de mucho cuidao. En fin, ésta es una anécdota más que me gusta contarla porque él vivía constantemente la simbiosis del Toro Bravo. Yo igualmente me consideraba un discípulo suyo en ese aspecto. Aunque desgraciadamente ambos estábamos mayores y metiditos en kilos como para bregar con ese ganao.
Lo mejor de él su alegría, y su complacencia con los que le hacíamos reír.
Uno de mis brindis, en estos complicados toros que hay que lidiar en la vida, va dedicado a su memoria y a su esposa Rosario y a su hija Margarita y a todos los que en él vieron lo mismo que yo, una Gran Amistad.
CARTUCHO.
Era para mí mucho más que un primo. Era mi Amigo. Pero un Amigo de esos que sabes que te tienen en su corazón, en su vida, a pesar de que no nos viéramos en meses o años. Ahí estábamos. A pesar de la diferencia de edad, parecía que hubiéramos compartido amistad desde la niñez. Y es que teníamos muchos gustos en común, como el mundo de la Tauromaquia principalmente.
Siendo mi hermano y yo niños y él ya un adolescente, observábamos su trabajo en el Matadero o en el Campo, donde nos mandaba mi abuela Leandra cuando veníamos de Madrid a pasar las vacaciones. Sólo por eso yo ya le tenía idolatrado, pero mi admiración por él surgió cuando en unas fiestas del Rosario, toreó estupendamente y a él y a Parrita los llevaron a hombros por la plaza del pueblo.
Luego coincidimos en Madrid y en pueblos de alrededor donde se celebraran actos taurinos. Y recuerdo en una ocasión que a punto estuvimos de lanzarnos al ruedo en una corrida de novillos en Móstoles. De las últimas, recuerdo una anécdota en la Plaza de Toros de Las Ventas, en que Satu, como yo en barrera que estábamos, citó al toro recién salido de toriles y saltó y se encaramó hasta nuestro lugar, sin llegar a acceder, pero apisonando el tejadillo de la cuadrilla de areneros, que rápidamente, una vez pasado el peligro pasaron a reprobarnos, y ambos tuvimos un altercado contra dicha cuadrilla de mucho cuidao. En fin, ésta es una anécdota más que me gusta contarla porque él vivía constantemente la simbiosis del Toro Bravo. Yo igualmente me consideraba un discípulo suyo en ese aspecto. Aunque desgraciadamente ambos estábamos mayores y metiditos en kilos como para bregar con ese ganao.
Lo mejor de él su alegría, y su complacencia con los que le hacíamos reír.
Uno de mis brindis, en estos complicados toros que hay que lidiar en la vida, va dedicado a su memoria y a su esposa Rosario y a su hija Margarita y a todos los que en él vieron lo mismo que yo, una Gran Amistad.
CARTUCHO.
Brindemos por él y por todos esos buenos momentos que hemos vivido juntos, que madie nos podrà arrebatar. Mbel