Orden de Calatrava (dicionario histórico de las ordenes de caballería por don Bruno Rigalt)
Don Sancho III, apellidado el grande, conquistó a los moros la villa de Calatrava, cuya guarda confió a los Caballeros del Temple. Estos estuvieron en ella por espacio de diez años, hasta que habiendo tenido noticias que se estaba aprestando un numeroso ejercito de infieles para recobrarla, la volvieron a entregar al rey don Sancho, quien, para librarla del peligro que la amenazaba, hizo pregonar que la daría
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Al saber los infieles los aprestos que se hacían para rechazarles, desistieron de su empresa; pero los cristianos cobraron más ánimo, y mandados por el monje Velázquez acometieron a aquellos, causándoles perdidas de consideración; lo que fue motivo para que el rey, a cuya noticia había llegado, les confirmase el contrato, haciéndoles otras donaciones que despues fueron confirmadas por su hijo y sucesor don Alfonso IX.
Seguros ya en la posesión de Calatrava los monjes se les juntaron varios con los que habían peleado en aquella campaña; y el abad don Raimundo trasladó a la ciudad los que aún quedaban en el monasterio de Fitero, llamando muchas familias de Navarra y Castilla, entre las que dividió el campo de Calatrava y sus términos para que lo labrasen y ayudasen con su personas y tributos a la defensa de la tierra. Entonces empezó la fundación de la nueva orden militar, que dividió en dos clases, una para el servicio divino y la otra para el manejo de las armas; formó los estatutos y arregló el habito de modo que no sirviese de embarazo para pelear.
Después de la muerte de Raimundo, que acaeció en 1163, los mojes eligieron su sucesor, y los conversos de la milicia nombraron un maestre lego que fue don Garcés de Aca (este maestre fue el que unió la orden de Calatrava con la de Avis de Portugal) quien, después que los monjes regresaron a Fitero, se presentó al capitulo general del Cister solicitando una regla para la orden, que tubo, y confirmo, en 26 de septiembre de 1164, el pontífice Alejandro III. Posteriormente se unió otra vez a la Cisterciense, y reformados sus estatutos, fueron confirmados por el papa Gregorio VIII, en 1187.
Continuará...
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