Como seña de identidad se buscó un escudo que representara fielmente su idiosincrasia, que los definiera e identificara del resto de Hermandades. Por ello fue elegida como insignia la Cruz de Jerusalén, también conocida como cruz de Tierra Santa o cruz de las Cruzadas o de los cruzados, e icono de la Orden de Caballería del Santo Sepulcro de Jerusalén. Dicha cruz es en realidad una composición de un total de cinco cruces, una cruz griega central, es decir, una cruz con los cuatro lados iguales o cuadrada, que en este caso se encuentra potenciada y cantonada de otras cuatro cruces iguales de menor tamaño, una entre cada brazo de la mayor.
También se quiere ver en la cruz grande central, la representación de Jesucristo, aunque hay quien asegura que ésta, al estar compuesta por cuatro Taus, representa la ley del Antiguo Testamento. Por su parte, las cuatro cruces pequeñas simbolizan los cuatro evangelios proclamados en las cuatro esquinas de la Tierra comenzando en Jerusalén.
La cruz como emblema gráfico es universalmente utilizada, sobre todo por el influjo del mundo cristiano, que encuentra en esta representación el más importante de todos sus iconos, pues es símbolo del sacrificio de Cristo. Es en la Edad Media cuando su uso se hace más generalizado, siendo utilizada como insignia no sólo por las autoridades eclesiásticas, sino también por los gremios y órdenes de caballería, que la materializaban en sus escudos y emblemas y la ondeaban en sus estandartes.
Como ya se ha dicho esta cruz también fue tomada como escudo del Reino de Jerusalén, y como tal era portada por mucho de los cruzados que según su procedencia la lucían de un esmalte o metal diferente (color heráldico), así, los franceses la llevaban de plata (blanco), los italianos de azur (azul oscuro), los alemanes de sable (negro), los polacos de sinople (verde), y los españoles de gules (rojo).
La Cruz de Jerusalén surgió en este contexto medieval, y lo hizo como escudo del nuevo reino fundado en Tierra Santa, el cual fue establecido tras la Primera Cruzada en el año 1099, y se debe a la figura de Godofredo de Bouillón, duque de la Baja Lorena, uno de los principales jefes de dicha Cruzada, predicada por Urbano II en el Concilio de Clermont, y el primero de los regentes de la ciudad de Jerusalén, bajo el título de Sancti Sepulchri advocatus, Protector del Santo Sepulcro.
Orden de Caballería del Santo Sepulcro de Jerusalén
Bajo dicho título creó la Orden de Caballería del Santo Sepulcro de Jerusalén, con la finalidad de organizar la asistencia religiosa del Santo Sepulcro, aunque no sería sino su hermano Balduino I de Jerusalén, quien dotaría oficialmente de reglamento a esta Orden a imitación de las del Temple y el Hospital. Como insignia les otorgó una cruz formada por cinco cruces rojas, en recuerdo de las cinco llagas de Jesucristo (las dos manos, los dos pies y el costado traspasado), símbolo del reino recientemente creado, e insignia que ya en el siglo IV Santa Elena, madre del emperador Constantino, había otorgado al grupo de canónigos y seglares que dejó en Tierra Santa para conservación y custodia del Santo Sepulcro.
La Orden del Santo sepulcro sería una de las cinco que se instituyeron en los Santos Lugares junto a la del Temple, la de San Juan de Jerusalén, la de los Caballeros Teutónicos y la de los Lazaristas. Con la toma de los Santos Lugares por parte de los musulmanes de Saladino, la Orden se trasladó a Europa instituyendo diversos conventos que sufrieron dispar trayectoria. El Papa Inocencio VIII intentó, en 1489, incorporar dicha Orden a la de los Hospitalarios de San Juan de Jerusalén, que como sabemos tenía en estas tierras manchegas uno de sus prioratos más importantes de España, cuya cabeza se encontraba en la vecina villa de Consuegra, no obstante muchas fueron las oposiciones a este proyecto, y en lugares como en España donde la devoción por el Santo Sepulcro siempre había sido muy importante, no se consiguió. En la actualidad la Orden del Santo Entierro continúa existiendo, aunque de manera honorífica dedicada a obras de caridad. España, es uno de los lugares donde todavía se mantiene viva y renaciente esta Orden, siendo el madrileño templo de San Francisco el Grande, y en concreto su capilla del Calvario el lugar en el cual celebran sus reuniones y funciones religiosas.
Interesante es también señalar como el Papa León X autorizó a los Franciscanos encargados de Tierra Santa para armar caballeros del Santo Sepulcro a cuantos peregrinos llegasen a Jerusalén y así lo solicitasen, siempre y cuando demostrasen pertenecer a familias principales de Europa, ya que tradicionalmente los componentes de esta Orden han sido siempre distinguidos miembros de la nobleza.
También se quiere ver en la cruz grande central, la representación de Jesucristo, aunque hay quien asegura que ésta, al estar compuesta por cuatro Taus, representa la ley del Antiguo Testamento. Por su parte, las cuatro cruces pequeñas simbolizan los cuatro evangelios proclamados en las cuatro esquinas de la Tierra comenzando en Jerusalén.
La cruz como emblema gráfico es universalmente utilizada, sobre todo por el influjo del mundo cristiano, que encuentra en esta representación el más importante de todos sus iconos, pues es símbolo del sacrificio de Cristo. Es en la Edad Media cuando su uso se hace más generalizado, siendo utilizada como insignia no sólo por las autoridades eclesiásticas, sino también por los gremios y órdenes de caballería, que la materializaban en sus escudos y emblemas y la ondeaban en sus estandartes.
Como ya se ha dicho esta cruz también fue tomada como escudo del Reino de Jerusalén, y como tal era portada por mucho de los cruzados que según su procedencia la lucían de un esmalte o metal diferente (color heráldico), así, los franceses la llevaban de plata (blanco), los italianos de azur (azul oscuro), los alemanes de sable (negro), los polacos de sinople (verde), y los españoles de gules (rojo).
La Cruz de Jerusalén surgió en este contexto medieval, y lo hizo como escudo del nuevo reino fundado en Tierra Santa, el cual fue establecido tras la Primera Cruzada en el año 1099, y se debe a la figura de Godofredo de Bouillón, duque de la Baja Lorena, uno de los principales jefes de dicha Cruzada, predicada por Urbano II en el Concilio de Clermont, y el primero de los regentes de la ciudad de Jerusalén, bajo el título de Sancti Sepulchri advocatus, Protector del Santo Sepulcro.
Orden de Caballería del Santo Sepulcro de Jerusalén
Bajo dicho título creó la Orden de Caballería del Santo Sepulcro de Jerusalén, con la finalidad de organizar la asistencia religiosa del Santo Sepulcro, aunque no sería sino su hermano Balduino I de Jerusalén, quien dotaría oficialmente de reglamento a esta Orden a imitación de las del Temple y el Hospital. Como insignia les otorgó una cruz formada por cinco cruces rojas, en recuerdo de las cinco llagas de Jesucristo (las dos manos, los dos pies y el costado traspasado), símbolo del reino recientemente creado, e insignia que ya en el siglo IV Santa Elena, madre del emperador Constantino, había otorgado al grupo de canónigos y seglares que dejó en Tierra Santa para conservación y custodia del Santo Sepulcro.
La Orden del Santo sepulcro sería una de las cinco que se instituyeron en los Santos Lugares junto a la del Temple, la de San Juan de Jerusalén, la de los Caballeros Teutónicos y la de los Lazaristas. Con la toma de los Santos Lugares por parte de los musulmanes de Saladino, la Orden se trasladó a Europa instituyendo diversos conventos que sufrieron dispar trayectoria. El Papa Inocencio VIII intentó, en 1489, incorporar dicha Orden a la de los Hospitalarios de San Juan de Jerusalén, que como sabemos tenía en estas tierras manchegas uno de sus prioratos más importantes de España, cuya cabeza se encontraba en la vecina villa de Consuegra, no obstante muchas fueron las oposiciones a este proyecto, y en lugares como en España donde la devoción por el Santo Sepulcro siempre había sido muy importante, no se consiguió. En la actualidad la Orden del Santo Entierro continúa existiendo, aunque de manera honorífica dedicada a obras de caridad. España, es uno de los lugares donde todavía se mantiene viva y renaciente esta Orden, siendo el madrileño templo de San Francisco el Grande, y en concreto su capilla del Calvario el lugar en el cual celebran sus reuniones y funciones religiosas.
Interesante es también señalar como el Papa León X autorizó a los Franciscanos encargados de Tierra Santa para armar caballeros del Santo Sepulcro a cuantos peregrinos llegasen a Jerusalén y así lo solicitasen, siempre y cuando demostrasen pertenecer a familias principales de Europa, ya que tradicionalmente los componentes de esta Orden han sido siempre distinguidos miembros de la nobleza.