Zampa le decía don Quijote a Sancho, su escudero, mientras apuraban el tocino que llevaban en la fiambrera de aluminio, a la vez que devoraban unos coscurros de pan que quedaban en las alforjas. Terminada la hazaña del asalto al fiambre después de haberse apoderado el estomago de don Quijote y la panza de Sancho del linaje que contenían las alforjas, viene la pesadumbre de un sueño que atormenta los ojos del caballero y escudero que la pesada digestión originaba en ellos. De manera que dice don Quijote, buen amigo Sancho, sobre este cancho al cobijo del sol, me coloco para hacer la siesta, mientras su escudero al otro lado del cancho, la pesadez de su panza le había provocado el sueño manifestando un ronquido tras otro haciendo del escudero la persona más feliz del mundo.