«En una tierra en cruda guerra, había un Rey que causaba espanto... Siempre que capturaba prisioneros, no los mataba, los llevaba a una gran sala, oscura y de fuertes muros de
piedra, en la que había un grupo de arqueros de su
ejército. Sobre uno de los lados de esa terrorífica sala de la muerte, estaban reunidos los arqueros, y sobre la otra pared, había, cerrada con una tranca, una
puerta de pesadas y atormentadoras hojas. Sobre la misma se veían figuras de calaveras cubiertas de sangre, junto
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