La
estación de renfe era mi delirio, ver el paso de los
trenes y montar en ellos, resultaba todo un acontecimiento. La sala de espera con su banco de madera, la taquilla de los billetes y el arcén de la
vía, todo sensacional, sobre todo cuando uno es pequeño y el mundo te resulta desconocido y demasiado grande. Esos recuerdos, los vivo ahora, no con nostalgia, mas bien como una bonita etapa de mi vida. La
fotografía muestra una
fachada remodelada, con aire manchego y cierto atractivo.