Casi podríamos decir que era la única forma de medir el tiempo para la generalidad de la gente humilde, que era la más numerosa y que menos medios tenía. Desde el campanario de la catedral o de la iglesia que correspondiera, a través de los toques de campana se transmitían las hora más importantes del día a la población: la hora de levantarse, rezar, ir a comer, dejar de trabajar, etc.