Soy Mónica Adán Frutos, hija de Carlos Adán Adán.
Doy las gracias a todos y cada uno de los que, hayan escrito o no en este foro, han sentido la muerte de mi padre. Y sé que son muchos, porque mi padre no hizo más que muchas cosas buenas a todo aquel al que conoció y, si alguna vez alguien ha calumniado sobre él, yo siempre me he reido a carcajadas, porque sabía con certeza que todo el mundo que lo conocía se lo tomaría a broma.
No es porque sea su hija, cosa de la que, por cierto, es de la que más orgullosa me siento en la vida, pero creo que personas como mi padre hay pocas en el mundo y, desgraciadamente, se van siempre demasiado pronto.
Mi padre tenía tres amores: su familia, su pueblo y su campo (el sueño de su vida) y por esas tres cosas vivía. Era un hombre de izquierdas, convencido y cabezón, pero nunca ha discutido por política con nadie. Si ha hecho alguna vez algo molesto para alguien no ha sido con intención de hacer ningún tipo de daño sino porque lo ha creído JUSTO, porque ha creído que era lo mejor para su gente, para su pueblo.
Era un desastre, despistado y desordenado como yo, pero en su trabajo era el mejor, no sólo porque supiera actualizar una cartilla o conceder un préstamo, sino porque sabía atender a su gente más allá del sueldo que le pagaban: leerles y explicarles las cartas a los abuelos, echar un rato con quien necesitaba conversación, hacer una a una todas las rentas de sus dos pueblos para que todo les saliera lo mejor posible y no mandarlas cómodamente a Ciudad Real para que las hiciera un extraño,... Qué os voy a contar...
Y su campo (nuestro campo ahora, que nunca abandonaremos porque cada piedra es un trozo suyo) tenía siempre las puertas abiertas. No he visto más feliz a mi padre que cuando alguien llegaba a tomar un vino con nosotros o cuando organizábamos una comida. Siempre me decía que él era el hombre más feliz del mundo cuando estaba en el campo con toda su familia. Cuanta más gente hubiera, mejor, y así podia cocinar una de esas recetas que decía que se inventaba pero que en realidad sólo cambiaban en uno o dos ingredientes.
Tengo tánto que contar de mi padre.... y sin embargo me gustaría no estar contándolo, ni haber leído esos mensajes tan bonitos, ni haber sentido tanto apoyo por parte de la gente de sus pueblos.... Porque me gustaría que estuviera vivo. Porque nos hace mucha falta.
Sólo os pido que lo recordéis como era, con sus cosas, y que no dejéis de ir a la caja... no por el banco (mi padre era un trabajador y al banco no le debe nada porque trabajaba 12 horas al día) sino porque todo el trabajo que él ha hecho para que se mantenga abierta la oficina de El Hoyo y el gran trabajo que hizo recuperando la de Solana no se deben venir abajo ahora.
Mi familia y yo agradecemos de verdad a todo el mundo el cariño y sabemos que el dolor ha sido muy grande entre la gente, porque mi padre era muy grande.
Gracias Jose por el poema de Miguel Hernandez. Siempre me ha encantado y a él también.
El único consuelo que me queda es que todo el mundo que lo quería lo visitó en su cortijo para despedirse... Desde dónde estuviera, estaría contento de veros... Sólo que él os hubiera ofrecido un vino.
Doy las gracias a todos y cada uno de los que, hayan escrito o no en este foro, han sentido la muerte de mi padre. Y sé que son muchos, porque mi padre no hizo más que muchas cosas buenas a todo aquel al que conoció y, si alguna vez alguien ha calumniado sobre él, yo siempre me he reido a carcajadas, porque sabía con certeza que todo el mundo que lo conocía se lo tomaría a broma.
No es porque sea su hija, cosa de la que, por cierto, es de la que más orgullosa me siento en la vida, pero creo que personas como mi padre hay pocas en el mundo y, desgraciadamente, se van siempre demasiado pronto.
Mi padre tenía tres amores: su familia, su pueblo y su campo (el sueño de su vida) y por esas tres cosas vivía. Era un hombre de izquierdas, convencido y cabezón, pero nunca ha discutido por política con nadie. Si ha hecho alguna vez algo molesto para alguien no ha sido con intención de hacer ningún tipo de daño sino porque lo ha creído JUSTO, porque ha creído que era lo mejor para su gente, para su pueblo.
Era un desastre, despistado y desordenado como yo, pero en su trabajo era el mejor, no sólo porque supiera actualizar una cartilla o conceder un préstamo, sino porque sabía atender a su gente más allá del sueldo que le pagaban: leerles y explicarles las cartas a los abuelos, echar un rato con quien necesitaba conversación, hacer una a una todas las rentas de sus dos pueblos para que todo les saliera lo mejor posible y no mandarlas cómodamente a Ciudad Real para que las hiciera un extraño,... Qué os voy a contar...
Y su campo (nuestro campo ahora, que nunca abandonaremos porque cada piedra es un trozo suyo) tenía siempre las puertas abiertas. No he visto más feliz a mi padre que cuando alguien llegaba a tomar un vino con nosotros o cuando organizábamos una comida. Siempre me decía que él era el hombre más feliz del mundo cuando estaba en el campo con toda su familia. Cuanta más gente hubiera, mejor, y así podia cocinar una de esas recetas que decía que se inventaba pero que en realidad sólo cambiaban en uno o dos ingredientes.
Tengo tánto que contar de mi padre.... y sin embargo me gustaría no estar contándolo, ni haber leído esos mensajes tan bonitos, ni haber sentido tanto apoyo por parte de la gente de sus pueblos.... Porque me gustaría que estuviera vivo. Porque nos hace mucha falta.
Sólo os pido que lo recordéis como era, con sus cosas, y que no dejéis de ir a la caja... no por el banco (mi padre era un trabajador y al banco no le debe nada porque trabajaba 12 horas al día) sino porque todo el trabajo que él ha hecho para que se mantenga abierta la oficina de El Hoyo y el gran trabajo que hizo recuperando la de Solana no se deben venir abajo ahora.
Mi familia y yo agradecemos de verdad a todo el mundo el cariño y sabemos que el dolor ha sido muy grande entre la gente, porque mi padre era muy grande.
Gracias Jose por el poema de Miguel Hernandez. Siempre me ha encantado y a él también.
El único consuelo que me queda es que todo el mundo que lo quería lo visitó en su cortijo para despedirse... Desde dónde estuviera, estaría contento de veros... Sólo que él os hubiera ofrecido un vino.