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EL HOYO: Perdóname, Señor, si me propaso,...

Perdóname, Señor, si me propaso,
al hacerte una crítica imprudente,
pues no me cave aquí, tras de la frente,
la idiosincrasia amarga de este ocaso.

De caprichos anárquicos, al paso,
la vida es tan sutil que, de repente;
está la última gota de su fuente,
colmándole de púrpuras, el vaso.

Atónita y perpleja sensación,
que, encogidos nos deja y consternados,
de cómo se redimen los pecados
de nuestra humana y triste condición.

Hoy clavas en el alma un aguijón,
de quien es tan devota y buena gente
y te tiene en sus vidas tan presente,
mostrándote fe ciega y devoción.

Se oprime y se achicharra el corazón,
al ver que, de una forma tan urgente;
le cargas otra cruz a un penitente
y le cortas su empeño y su ilusión.

Acertada no es siempre la razón,
al rozar, yo, el delirio, me desfaso,
visto en esos parámetros, tal caso,
me desbordo de angustia y de aflicción.

Y me atrevo a juzgar tu decisión,
perdóname, Señor, si me propaso,
por pensar que tu gloria, es mi fracaso,
humildemente, imploro, tu perdón.

Acógelo en tu seno y hazle honores,
porque ya, escucho música, en el cielo,
y por su ausencia, flota un gran desvelo,
que se le ha contagiado hasta a las flores.
Y en el ambiente; el gris de los colores,
abigarrado al aire está, y al suelo.

En el pueblo no hay tregua ni consuelo,
porque sin aspavientos ni esplendores;
los vecinos se sienten a él, deudores,
por su gran diligencia y mucho celo.
Una vida abnegada y con anhelo,
entregándose a todos, sin rencores.

Por eso yo me atrevo, Jesús mío,
-y sé que por mi angustia, me desfaso,-
a decir que la brisa de este ocaso,
me parece un tremendo desvarío.
Y nos causa pavor y escalofrío,
colmándonos, de púrpuras, el vaso.