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EL HOYO: Querido Sabas, gracias por recordar con esa ternura...

Hace un año que nos dejaste: algunos ya te habrán olvidado, otros te estarán olvidando, para mí sigue siendo ayer.
Camino por las calles cabizbajo, sin calor de nadie y sin consuelo (como diría nuestro Miguel Hernández), escuchando melodías lejanas de acordeón de músicos errantes que improvisan sus escenarios bajo las marquesinas y los soportales de esta ciudad; me transportan a nuestra infancia, al recuerdo de Resti, aquel músico ciego que animaba nuestras fiestas patronales y nos invitaba a dar nuestros primeros pasos de baile entre rumbas y pasodobles.
En los parques y jardines de mi entorno la primavera tarda, amigo Carlos, como también será tardía en nuestros campos, aquellos bellos campos que nos vieron crecer, que nos vieron correr, que nos vieron volar... El tiempo pasa, inexorable, modificando todo, personas y cosas, aquellos los de entonces ya no somos los mismos (diría Pablo Neruda), porque es la primera primavera sin tí: las plantas no terminan de florecer, las planicies se visten de colores desteñidos, las tardes se desdibujan con sus cielos plomizos y la soledad empieza a imponerse con ausencias y más ausencias.
Este año, en la procesión del Corpus (El Día del Señor), cuando pasen los niños de la Primera Comunión por nuestras calles alfombradas de helechos, tomillo y romero, inmersos en una nube aromática de plantas e incienso, y los balcones se engalanen con mantones bordados y colores llamativos, recordaré a aquel niño vestido de marinero destacando entre todos, traje blanco e impecable, con sus pequeños guantes, libro dorado y rosario, aquel niño que empezaba a vivir, a coleccionar nidos en primavera, a montar en bicicleta entre caída y caída, a recoger leña para la noche de la Candelaria, a disfrazarse en los Carnavales para esconder sus miedos, a vestirse de monaguillo para acumular puntos y poder ir con Don José Antonio Castro, el cura, a la feria de Puertollano a descubrir más mundo; recordaré con lágrimas, seguramente, a aquel Marinero en Tierra de Rafael Alberti que hoy descansa en su mar, ese mar inmenso y misterioso que tanto miedo nos daba.

Siempre recordaré nuestro último encuentro, amigo Carlos, las palabras que dijiste esbozando una leve sonrisa: " ¡Qué malo es llegar a los cincuenta!". Y tú, fiel a tu estilo, decidiste no llegar. Hoy yo camino por las calles y avenidas de esta ciudad cabizbajo, escuchando melodías lejanas de acordeón de músicos errantes, viviendo ya una primavera distinta, con los cincuenta a cuestas, un poco más cansado, más viejo, más solo...

SABAS

Querido Sabas, gracias por recordar con esa ternura a Carlos, mi gran amor y tu amigo del alma. Mis lágrimas se funden en el gran océano de los recuerdos y vienen a mi mente momentos inolvidables.
Tu fuiste el "enlace"en nuestra gran aventura. ¿Recuerdas? te dije:" ¡no se te ocurra decírselo!"para que justamente, hicieses lo contrario. Yo te conocía bien.
Mi vida a su lado ha sido un sueño. Un sueño en el que he despertado demasiado pronto. Pero aún hoy, cada día, sigo soñando cuando miro a Mónica, Carlos y Laura.
Son mi motor, mi energía, mi motivación diaria para continuar caminando en la vida.
Cada mañana al despertar, deseo no vivir. Este deseo se esfuma de mi mente al pensar en ellos, y también en Carlos que desde allí,"en el otro lado" me da fuerzas. Se que a el nuestras lágrimas le duelen. Procuro por ello, que nuestra familia recobre en la medida en que podamos, estabilidad y normalidad. Es lo que el desea.
Por otra parte tengo que decir, que me siento afortunada, por que ya no tengo ningún miedo a la muerte. Se con certeza, que el me estará esperando.
Un beso muy grande para ti y tu familia