HOMENAJE A CARLOS
"Pero una herida es también un lugar donde vivir" (Joan Margarit, Premio Cervantes, 2019)
¡Qué lejos quedan ya aquellos años de nuestra infancia! Los juegos infantiles en nuestras calles y plaza, los monaguillos en las misas dominicales y en las procesiones de las fiestas patronales, las monterías, con los coches de alta gama, los caballos, los perros y el tumulto (aquel mundo tan distinto al nuestro), aquella inocencia, aquel miedo a todo...
¡Qué lejos están también los años de nuestra juventud! Los bailes y los primeros amores, los paseos nocturnos en las cálidas noche de verano, las serenatas por calles y callejuelas de nuestra aldea en las noches de luna, nuestros primeros sueños e ilusiones, que empezaban a romper límites y barreras de aquel paraíso tan nuestro, aquel mundo de rosas, aquel miedo a nada...
¡Pero qué cerca están siempre los recuerdos! Cosquilleando con ternura a veces, arañando hasta herir otras, golpeando con vehemencia hasta arrancar lágrimas. Ya sólo queda eso: el gran tesoro de los recuerdos, convivir con ellos rememorando rostros que dejaron de envejecer, nombres que ayer volaban, hoy clavados en la memoria o grabados en piedra, palabras que ayer llenaban los espacios y hoy sobreviven como un eco, anécdotas que ocurrieron sin ánimo de transcender y hoy forman parte de nuestra historia, aventuras y desventuras grabadas a sangre y fuego, perviviendo a pesar de los años. De aquellos escenarios apenas queda nada, huertos abandonados que ayer fueron auténticos vergeles, campos de pastos y pedregales que antaño fueron inmensos sembrados de cebada y de trigo, calles desiertas y silentes que una vez fueron un hervidero de vida...
Hoy me gusta repasar nuestra historia, recordar personajes que ya se fueron, recorrer paisajes que ni siquiera existen, escuchar melodías que me transporten al pasado, sintiéndome como un náufrago, un superviviente que se resiste estoicamente a bajar el telón definitivo o cerrar por siempre el libro de nuestra historia.
Tu amigo siempre
SABAS
"Pero una herida es también un lugar donde vivir" (Joan Margarit, Premio Cervantes, 2019)
¡Qué lejos quedan ya aquellos años de nuestra infancia! Los juegos infantiles en nuestras calles y plaza, los monaguillos en las misas dominicales y en las procesiones de las fiestas patronales, las monterías, con los coches de alta gama, los caballos, los perros y el tumulto (aquel mundo tan distinto al nuestro), aquella inocencia, aquel miedo a todo...
¡Qué lejos están también los años de nuestra juventud! Los bailes y los primeros amores, los paseos nocturnos en las cálidas noche de verano, las serenatas por calles y callejuelas de nuestra aldea en las noches de luna, nuestros primeros sueños e ilusiones, que empezaban a romper límites y barreras de aquel paraíso tan nuestro, aquel mundo de rosas, aquel miedo a nada...
¡Pero qué cerca están siempre los recuerdos! Cosquilleando con ternura a veces, arañando hasta herir otras, golpeando con vehemencia hasta arrancar lágrimas. Ya sólo queda eso: el gran tesoro de los recuerdos, convivir con ellos rememorando rostros que dejaron de envejecer, nombres que ayer volaban, hoy clavados en la memoria o grabados en piedra, palabras que ayer llenaban los espacios y hoy sobreviven como un eco, anécdotas que ocurrieron sin ánimo de transcender y hoy forman parte de nuestra historia, aventuras y desventuras grabadas a sangre y fuego, perviviendo a pesar de los años. De aquellos escenarios apenas queda nada, huertos abandonados que ayer fueron auténticos vergeles, campos de pastos y pedregales que antaño fueron inmensos sembrados de cebada y de trigo, calles desiertas y silentes que una vez fueron un hervidero de vida...
Hoy me gusta repasar nuestra historia, recordar personajes que ya se fueron, recorrer paisajes que ni siquiera existen, escuchar melodías que me transporten al pasado, sintiéndome como un náufrago, un superviviente que se resiste estoicamente a bajar el telón definitivo o cerrar por siempre el libro de nuestra historia.
Tu amigo siempre
SABAS