Situación:
El Villar de Puertollano está situado en un rincón del sureste de su término municipal; cuyo ámbito está delimitado al Norte con la Finca de la Higuera, al sur con la Finca la Romera, al este con El Quintillo y al oeste con tierras de Puertollano.
El Villar es pedanía de Puertollano de aproximadamente 250 habitantes.
El entorno Geográfico donde hoy se asienta la pequeña pedanía de El Villar, es un altozano próximo al río Ojailén que ha sido testigo de una larga historia. Culturas Calcolíticas y del Bronce que habitaron abrigos naturales o covachas en vados parajes de los alrededores, casi siempre en altozanos, teniendo sus cazaderos junto a cauces de ríos o riachuelos. Colonos prerromanos y romanos habitaron estos entornos, dejándonos como testimonios molinos de mano, restos cerámicos, plomo fundido y lo que pudiera ser alguna villa rural. Aunque es difícil establecer la continuidad en la población de la zona, si es perceptible la presencia visigoda en La Loma de las Sepulturas y de época plenomedieval es la fortificación rural islámica conocida como el “CASTILLEJO DEL VILLAR”, situado al oeste de esta pedanía en una loma baja en el centro del valle, lo que permitió a sus moradores aprovechar la caza, pesca y cultivos. (Vamos a centrarnos en este yacimiento tan importante, estuvo habitado desde el año 1200 a.C., se han encontrado restos de materiales de la edad de Bronce, de la edad de Hierro y de la época Romana, así como otros restos de la Edad media, en las fases de ocupación islámica y cristiana. Durante centurias se trató de una zona estratégica para controlar la vega del río Ojailén y sus recursos naturales. En el año 1995 este monumento fue declarado Bien de Interés Cultural por la Junta de Comunidades de Castilla la Mancha). Alquerías de labor y restos de hábitats estables bajo medievales se pueden apreciar en el antiguo caserío de La Higuera, pero también en los parajes de La Alberquilla y el Arroyo de Melendo. Por fin, hacia el siglo XVI nace la aldea de El Villar, en torno a un grupo de quintos agrícolas y la emblemática ermita de San Antonio dominando el horizonte. Zona campesina por excelencia de Puertollano, en tomo al río Ojailén se localizan molinos harineros fluviales, pequeños huertos y, sobre todo, las principales fincas de labor de todo el término. Las tierras de sus alrededores albergan las propiedades cultivables más productivas, más caras y más envidiadas de todo el término. Tanto es así que, ya desde el siglo XIII, el comendador de la Orden de Calatrava se reserva la explotación de buena parte de las tierras, seguramente por ser las más rentables de las cercanas al casco urbano. El plano confeccionado en 1785, con motivo de las Descripciones del Arzobispado de Toledo, mandadas hacer por del famoso Cardenal Lorenzana, nos muestra dos pequeñas aldeas enfrente una de otra, integradas por un pequeño grupo de casas de tapia o chozos de madera con techo de retama que rodean ambas ermitas. Estas pedanías estaban enclavadas en tomo a sus santuarios rurales periféricos como San Andrés (Arroyo de la Higuera) y San Antonio (El Villar), que catalizan el fervor de los lugareños y también de los vecinos de Puertollano que se desplazaban a estos lugares para labrar los campos, moler el trigo en sus molinos harineros ribereños. Así pues por esas fechas, la aldea del Arroyo de la Higuera entra en decadencia, El Villar retomará el testigo, desbancando claramente a la antigua aldea devota a San Andrés. La epidemia de 1785-86 daría el golpe de gracia a la aldea más antigua, desplazándose su escasa población a El Villar o al mismo Puertollano. A fines del siglo XVIII, se da la trágica circunstancia que se quema el santuario de Arroyo la Higuera y su imagen titular junto con otros santos, es trasladada por un devoto al más moderno templo de la zona, consagrado a San Antonio de Pádua, ya en El Villar.
Hay que tener en cuenta que, según algunas fuentes históricas, la ermita de El Villar sería una fundación del siglo XVI, pagando impuestos incluso antes que la de San Andrés de la Higuera, concretamente en el año 1595. Si por entonces recibía grano de los fieles el santuario de San Antonio de Pádua, es porque ya estaba construido y en pleno funcionamiento.
Durante siglos, la arquitectura tradicional de esta pequeña pedanía, se articula en tomo a la pequeña plaza de la iglesia, adonde confluyen algunas calles, antes empedradas y ahora asfaltadas. Las casas eran de una ó dos plantas, la segunda planta ó “cámara” como la llamaban era empleada generalmente para guardar el grano de la cosecha. Las casas de labor que tenían patios, corrales, pajares, con sus propias piqueras etc. La mayoría tenían sus eras empedradas ubicadas muy cerca del Pueblo, donde trillaban su mies. Algunas casas poseían horno de pan, sus fachadas estaban encaladas dándole al pueblo una sensación de esplendor y limpieza. Las tapias de los corrales tenían en los polletes retama, para que la lluvia no dañara la pared de barro y piedra. En este medio rural, los cortijos adyacentes tendrán un gran protagonismo. Fincas como la Quintería de Ladrón de Guevara, La Higuera, Villa Rafael (esta última llamada ahora la Romera), todas ellas eran propiedad de terratenientes de Puertollano y foráneos que concentran en sus caseríos a un buen número de trabajadores agropecuarios con sus propias familias y así poder realizar los trabajos de labor.
La infraestructura urbanística de la pedanía contaba, además de su iglesia, con fuentes públicas: (Fuente de la alameda , Fuente Juantito, la pozita, el pozo “la cañá”), lugares visitados casi a diario, abastecían de agua a sus hogares, era un continuo ir y venir de personas de la aldea a tales parajes, desplazándose como era lógico en burro cargados de cántaros, también se desplazaban al Arroyo de la Higuera ó al mismísimo río Ojailén para lavar la ropa y por su puesto se contaba con un abrevadero donde los animales saciaban de su sequedad.
El Villar es pedanía de Puertollano de aproximadamente 250 habitantes.
El entorno Geográfico donde hoy se asienta la pequeña pedanía de El Villar, es un altozano próximo al río Ojailén que ha sido testigo de una larga historia. Culturas Calcolíticas y del Bronce que habitaron abrigos naturales o covachas en vados parajes de los alrededores, casi siempre en altozanos, teniendo sus cazaderos junto a cauces de ríos o riachuelos. Colonos prerromanos y romanos habitaron estos entornos, dejándonos como testimonios molinos de mano, restos cerámicos, plomo fundido y lo que pudiera ser alguna villa rural. Aunque es difícil establecer la continuidad en la población de la zona, si es perceptible la presencia visigoda en La Loma de las Sepulturas y de época plenomedieval es la fortificación rural islámica conocida como el “CASTILLEJO DEL VILLAR”, situado al oeste de esta pedanía en una loma baja en el centro del valle, lo que permitió a sus moradores aprovechar la caza, pesca y cultivos. (Vamos a centrarnos en este yacimiento tan importante, estuvo habitado desde el año 1200 a.C., se han encontrado restos de materiales de la edad de Bronce, de la edad de Hierro y de la época Romana, así como otros restos de la Edad media, en las fases de ocupación islámica y cristiana. Durante centurias se trató de una zona estratégica para controlar la vega del río Ojailén y sus recursos naturales. En el año 1995 este monumento fue declarado Bien de Interés Cultural por la Junta de Comunidades de Castilla la Mancha). Alquerías de labor y restos de hábitats estables bajo medievales se pueden apreciar en el antiguo caserío de La Higuera, pero también en los parajes de La Alberquilla y el Arroyo de Melendo. Por fin, hacia el siglo XVI nace la aldea de El Villar, en torno a un grupo de quintos agrícolas y la emblemática ermita de San Antonio dominando el horizonte. Zona campesina por excelencia de Puertollano, en tomo al río Ojailén se localizan molinos harineros fluviales, pequeños huertos y, sobre todo, las principales fincas de labor de todo el término. Las tierras de sus alrededores albergan las propiedades cultivables más productivas, más caras y más envidiadas de todo el término. Tanto es así que, ya desde el siglo XIII, el comendador de la Orden de Calatrava se reserva la explotación de buena parte de las tierras, seguramente por ser las más rentables de las cercanas al casco urbano. El plano confeccionado en 1785, con motivo de las Descripciones del Arzobispado de Toledo, mandadas hacer por del famoso Cardenal Lorenzana, nos muestra dos pequeñas aldeas enfrente una de otra, integradas por un pequeño grupo de casas de tapia o chozos de madera con techo de retama que rodean ambas ermitas. Estas pedanías estaban enclavadas en tomo a sus santuarios rurales periféricos como San Andrés (Arroyo de la Higuera) y San Antonio (El Villar), que catalizan el fervor de los lugareños y también de los vecinos de Puertollano que se desplazaban a estos lugares para labrar los campos, moler el trigo en sus molinos harineros ribereños. Así pues por esas fechas, la aldea del Arroyo de la Higuera entra en decadencia, El Villar retomará el testigo, desbancando claramente a la antigua aldea devota a San Andrés. La epidemia de 1785-86 daría el golpe de gracia a la aldea más antigua, desplazándose su escasa población a El Villar o al mismo Puertollano. A fines del siglo XVIII, se da la trágica circunstancia que se quema el santuario de Arroyo la Higuera y su imagen titular junto con otros santos, es trasladada por un devoto al más moderno templo de la zona, consagrado a San Antonio de Pádua, ya en El Villar.
Hay que tener en cuenta que, según algunas fuentes históricas, la ermita de El Villar sería una fundación del siglo XVI, pagando impuestos incluso antes que la de San Andrés de la Higuera, concretamente en el año 1595. Si por entonces recibía grano de los fieles el santuario de San Antonio de Pádua, es porque ya estaba construido y en pleno funcionamiento.
Durante siglos, la arquitectura tradicional de esta pequeña pedanía, se articula en tomo a la pequeña plaza de la iglesia, adonde confluyen algunas calles, antes empedradas y ahora asfaltadas. Las casas eran de una ó dos plantas, la segunda planta ó “cámara” como la llamaban era empleada generalmente para guardar el grano de la cosecha. Las casas de labor que tenían patios, corrales, pajares, con sus propias piqueras etc. La mayoría tenían sus eras empedradas ubicadas muy cerca del Pueblo, donde trillaban su mies. Algunas casas poseían horno de pan, sus fachadas estaban encaladas dándole al pueblo una sensación de esplendor y limpieza. Las tapias de los corrales tenían en los polletes retama, para que la lluvia no dañara la pared de barro y piedra. En este medio rural, los cortijos adyacentes tendrán un gran protagonismo. Fincas como la Quintería de Ladrón de Guevara, La Higuera, Villa Rafael (esta última llamada ahora la Romera), todas ellas eran propiedad de terratenientes de Puertollano y foráneos que concentran en sus caseríos a un buen número de trabajadores agropecuarios con sus propias familias y así poder realizar los trabajos de labor.
La infraestructura urbanística de la pedanía contaba, además de su iglesia, con fuentes públicas: (Fuente de la alameda , Fuente Juantito, la pozita, el pozo “la cañá”), lugares visitados casi a diario, abastecían de agua a sus hogares, era un continuo ir y venir de personas de la aldea a tales parajes, desplazándose como era lógico en burro cargados de cántaros, también se desplazaban al Arroyo de la Higuera ó al mismísimo río Ojailén para lavar la ropa y por su puesto se contaba con un abrevadero donde los animales saciaban de su sequedad.