La contemplación orante desde el Rosario garantiza también esa dosis de emoción y afectividad que se necesita en cualquier variante de la vocación humana. Modela el talante en forma risueña y dulce (aportación de los misterios gozosos), en forma de fortaleza y convicción templada (efecto propio de los misterios de luz), en forma de desprendimiento libre y oblativo (consecuencia de los misterios dolorosos), en forma de júbilo pascual (balance afirmativo de los gloriosos). El mundo no valora la dulzura,
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