En la Solana no hay hospital, sí un centro de salud donde pasan consulta los médicos de atención primaria, se hacen curas y atienden urgencias. Cuando acudes a un médico especialista tienes que ir al hospital de Manzanares, pueblo situado a quince kilómetros de distancia. Las primeras veces que me tocó ir me sorprendían sus largos pasillos y salas de espera, la gente sentada y deambulando convocados todos por la enfermedad; me gustaba escuchar las conversaciones, examinar los rostros, descubrir una nueva dimensión de la vida que parecía no existir, en la que apenas había reparado: la enfermedad, el dolor, la fragilidad, la vejez, el decaimiento, la marcha inexorable del tiempo.
Después hicieron una moderna ampliación del hospital, con nuevas salas y ventanales que permitían mirar a la calle, dejando evadir la vista y el pensamiento en el parque del Polígono, y seguir con los ojos a los jubilados mañaneros que caminan a paso rápido por su perímetro exterior, para mantenerse en buena forma física.
Pero un día, la consulta de medicina interna a la que era habitual, fue trasladada a un escondido callejón de aquel hospitalario laberinto, sin ventanas ni más especialidades que aumentaran el concurso de los dolientes. Empecé entonces a comprar el periódico cada vez que tenía cita, para entretener la espera, pues a veces había que esperar media o tres cuartos de hora; sin embargo, el martes pasado, la puerta de la medicina interna se abrió para mi nada más llegar, permaneciendo el periódico cerrado y su contenido sin entrar en mi interior.
Hoy, me acordé de aquel ejemplar del Mundo al ordenar las estanterías de mi habitación, antes de arrojarlo a la papelera fui pasando sus páginas, leyendo los titulares de las noticias y…casi al final, allí estaba Saramago presentando su nuevo libro en Portugal, haciendo a la Biblia responsable de sus conflictos personales, sus limitaciones, frustraciones, enojo y desorientación.
La madurez, siempre se ha dicho, se puede mostrar de muchas maneras, pero una de ellas es la tener cierto control sobre lo que se piensa, se dice y se actúa. Por eso podemos escuchar con frecuencia regañar al niño que dice, sin pensar en significados y consecuencias, las ocurrencias o disparates que le vienen a la mente. Control que se manifiesta en cortar el animal sistema de acción-reacción, es decir, si me hacen daño a mi o me atacan, yo hago daño o ataco a otros. Una forma de atacar, en este caso, es decir ocurrencias sin pensar bien los significados ni consecuencias.
No es difícil hacer interpretaciones variadas de una novela, historia, película, texto, sucesos, etc. Teniendo imaginación y tiempo para pensar se puede dar la vuelta al sentido original, traer a colación nuevas maquinaciones y proyectar nuestros problemas y angustias sobre el asunto a tratar. Se puede hacer también esta labor sobre un tema universal, para aprovechar su divulgación y publicidad y así asegurar cierto éxito comercial, en el caso de tratarse una obra de creación, sirva de ejemplo la novela el Código Da Vinci.
Saramago presentó su libro titulado Caín en el que, parece ser, le da la vuelta a ciertos pasajes de la biblia, a su gusto y al de los lectores amantes del sensacionalismo, lo extravagante y el disparate que sólo encaja en una visión simple y limitada, llena de temor y rencor. Según la información del Mundo, para Saramago y su mujer, es el Dios bíblico el causante de los males, el inductor del asesinato de Caín por Abel.
Ciertamente en la biblia se encuentran muchas cosas, religión, historia, poesía, moral…y la palabra de Dios, lo más importante para los creyentes, la palabra de Dios que guía el camino del hombre. En el pasaje de Caín y Abel, Dios rechaza, condena, el crimen causado por la envidia, los celos, el no aceptar el favor ajeno. Caín cae en ese pecado, se encoleriza y descompone el rostro y las palabras de Dios son para él y para todos:
“ ¿Por qué te encolerizas, te muestras malhumorado y vas con la cabeza baja? Si obraras bien, ¿no alzarías la cabeza?; en cambio, si obras mal, el pecado está a las puertas de tu casa y te acosa sin que puedas contenerlo”.
Sentir envidia, celos del favor o éxito ajeno, es obrar mal, dejar que el pecado entre en nuestra casa, lo que nos hará bajar la cabeza cuando estemos entre los hombres justos, los que obran bien. Pero Caín fue débil y no pudo contener el pecado, le dominó y llevó a cometer el peor de los crímenes. De nuevo las palabras de Dios hablan a Caín y a todos los hombres:
¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano grita de la tierra hasta mí. Por tanto, maldito seas lejos de la tierra que ha abierto sus fauces, para empaparse con la sangre de tu hermano derramada por ti”.
No merece pisar la tierra quien la ha manchado con sangre de su hermano, el pasaje bíblico enuncia la hermandad universal, y el más execrable de los crímenes: quitar la vida a un semejante. La palabra de Dios en la biblia está frente al pecado, la crueldad, la degradación moral, el abuso de los poderosos sobre el débil. Existe un pasaje o historia muy conocida que me viene ahora a la memoria, la del rey David y Betsabé; en ella se muestra el abuso del poderoso que, dominado por el pecado, usa su poder para propiciar la muerte de un hombre. Pues bien, el pasaje termina así:
“…Ella dio a luz un hijo. Pero esto que hizo David desagradó al Señor”.
Puesto a elegir a un escritor portugués prefiero a Antonio Lobo Antunes, recuerdo su relatos cortos en el suplemento Babelia del periódico El País, me gustaba leerlos por su frescura, sus imágenes, la simpatía y emoción que trasladaban, la clara, inteligente, compasiva, cariñosa o sentimental visión de la realidad, del mundo. El mundo visto desde fuera y desde dentro, con el asombro de un adolescente, como él mismo dice que le gustaría escribir.
No me atrae la figura de Saramago, ya lo dije, he leído entrevistas, algunos artículos de la prensa, debería leer alguna novela suya para juzgar con más conocimiento. Su aspecto físico, su expresión es la de un hombre triste, de mirada perdida, desorientado, acosado por sus fantasmas que las más de las veces que abre la boca es para quejarse, para atacar palacios de invierno que sólo existen en su imaginación. El otro día encontré algunos poemas suyos aquí mismo, en el ciberespacio, ninguna flor que cortar para adornar este pobre mensaje mío; sin embargo me llamó la atención su “Poema seco”:
“Quiero excusado y seco este poema,
breve estallar del tallo remordido
o crujir de suelo donde no danzo.
quiero ir más allá con ojos bajos,
amasados de pena y de silencio,
Porque todo está dicho y ya me canso”.
Yo le diría a Saramago que levante los ojos, no baje la cabeza, eche de la puerta de su casa ese negro sentimiento, olvide la pena. Existe una primavera donde brotan continuamente las palabras, un lugar ideal para el descanso.
Después hicieron una moderna ampliación del hospital, con nuevas salas y ventanales que permitían mirar a la calle, dejando evadir la vista y el pensamiento en el parque del Polígono, y seguir con los ojos a los jubilados mañaneros que caminan a paso rápido por su perímetro exterior, para mantenerse en buena forma física.
Pero un día, la consulta de medicina interna a la que era habitual, fue trasladada a un escondido callejón de aquel hospitalario laberinto, sin ventanas ni más especialidades que aumentaran el concurso de los dolientes. Empecé entonces a comprar el periódico cada vez que tenía cita, para entretener la espera, pues a veces había que esperar media o tres cuartos de hora; sin embargo, el martes pasado, la puerta de la medicina interna se abrió para mi nada más llegar, permaneciendo el periódico cerrado y su contenido sin entrar en mi interior.
Hoy, me acordé de aquel ejemplar del Mundo al ordenar las estanterías de mi habitación, antes de arrojarlo a la papelera fui pasando sus páginas, leyendo los titulares de las noticias y…casi al final, allí estaba Saramago presentando su nuevo libro en Portugal, haciendo a la Biblia responsable de sus conflictos personales, sus limitaciones, frustraciones, enojo y desorientación.
La madurez, siempre se ha dicho, se puede mostrar de muchas maneras, pero una de ellas es la tener cierto control sobre lo que se piensa, se dice y se actúa. Por eso podemos escuchar con frecuencia regañar al niño que dice, sin pensar en significados y consecuencias, las ocurrencias o disparates que le vienen a la mente. Control que se manifiesta en cortar el animal sistema de acción-reacción, es decir, si me hacen daño a mi o me atacan, yo hago daño o ataco a otros. Una forma de atacar, en este caso, es decir ocurrencias sin pensar bien los significados ni consecuencias.
No es difícil hacer interpretaciones variadas de una novela, historia, película, texto, sucesos, etc. Teniendo imaginación y tiempo para pensar se puede dar la vuelta al sentido original, traer a colación nuevas maquinaciones y proyectar nuestros problemas y angustias sobre el asunto a tratar. Se puede hacer también esta labor sobre un tema universal, para aprovechar su divulgación y publicidad y así asegurar cierto éxito comercial, en el caso de tratarse una obra de creación, sirva de ejemplo la novela el Código Da Vinci.
Saramago presentó su libro titulado Caín en el que, parece ser, le da la vuelta a ciertos pasajes de la biblia, a su gusto y al de los lectores amantes del sensacionalismo, lo extravagante y el disparate que sólo encaja en una visión simple y limitada, llena de temor y rencor. Según la información del Mundo, para Saramago y su mujer, es el Dios bíblico el causante de los males, el inductor del asesinato de Caín por Abel.
Ciertamente en la biblia se encuentran muchas cosas, religión, historia, poesía, moral…y la palabra de Dios, lo más importante para los creyentes, la palabra de Dios que guía el camino del hombre. En el pasaje de Caín y Abel, Dios rechaza, condena, el crimen causado por la envidia, los celos, el no aceptar el favor ajeno. Caín cae en ese pecado, se encoleriza y descompone el rostro y las palabras de Dios son para él y para todos:
“ ¿Por qué te encolerizas, te muestras malhumorado y vas con la cabeza baja? Si obraras bien, ¿no alzarías la cabeza?; en cambio, si obras mal, el pecado está a las puertas de tu casa y te acosa sin que puedas contenerlo”.
Sentir envidia, celos del favor o éxito ajeno, es obrar mal, dejar que el pecado entre en nuestra casa, lo que nos hará bajar la cabeza cuando estemos entre los hombres justos, los que obran bien. Pero Caín fue débil y no pudo contener el pecado, le dominó y llevó a cometer el peor de los crímenes. De nuevo las palabras de Dios hablan a Caín y a todos los hombres:
¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano grita de la tierra hasta mí. Por tanto, maldito seas lejos de la tierra que ha abierto sus fauces, para empaparse con la sangre de tu hermano derramada por ti”.
No merece pisar la tierra quien la ha manchado con sangre de su hermano, el pasaje bíblico enuncia la hermandad universal, y el más execrable de los crímenes: quitar la vida a un semejante. La palabra de Dios en la biblia está frente al pecado, la crueldad, la degradación moral, el abuso de los poderosos sobre el débil. Existe un pasaje o historia muy conocida que me viene ahora a la memoria, la del rey David y Betsabé; en ella se muestra el abuso del poderoso que, dominado por el pecado, usa su poder para propiciar la muerte de un hombre. Pues bien, el pasaje termina así:
“…Ella dio a luz un hijo. Pero esto que hizo David desagradó al Señor”.
Puesto a elegir a un escritor portugués prefiero a Antonio Lobo Antunes, recuerdo su relatos cortos en el suplemento Babelia del periódico El País, me gustaba leerlos por su frescura, sus imágenes, la simpatía y emoción que trasladaban, la clara, inteligente, compasiva, cariñosa o sentimental visión de la realidad, del mundo. El mundo visto desde fuera y desde dentro, con el asombro de un adolescente, como él mismo dice que le gustaría escribir.
No me atrae la figura de Saramago, ya lo dije, he leído entrevistas, algunos artículos de la prensa, debería leer alguna novela suya para juzgar con más conocimiento. Su aspecto físico, su expresión es la de un hombre triste, de mirada perdida, desorientado, acosado por sus fantasmas que las más de las veces que abre la boca es para quejarse, para atacar palacios de invierno que sólo existen en su imaginación. El otro día encontré algunos poemas suyos aquí mismo, en el ciberespacio, ninguna flor que cortar para adornar este pobre mensaje mío; sin embargo me llamó la atención su “Poema seco”:
“Quiero excusado y seco este poema,
breve estallar del tallo remordido
o crujir de suelo donde no danzo.
quiero ir más allá con ojos bajos,
amasados de pena y de silencio,
Porque todo está dicho y ya me canso”.
Yo le diría a Saramago que levante los ojos, no baje la cabeza, eche de la puerta de su casa ese negro sentimiento, olvide la pena. Existe una primavera donde brotan continuamente las palabras, un lugar ideal para el descanso.